Tribuna:

Panes y peces

Cuando se acercaban las Navidades o durante las fiestas de San Isidro, los comerciantes unidos de la calle del Pez costeaban la iluminación festiva. Claro que entonces las fiestas llegaban, en consonancia con los calendarios solar y cristiano, sobre el 20 de diciembre, y no un mes antes para estimular el consumo masivo en los grandes almacenes. Los comerciantes de la calle del Pez se unieron en los años sesenta, precisamente para sobrevivir a la ofensiva de las grandes galerías comerciales. Hoy la oscuridad vela piadosamente los restos de la derrota. Ni las añejas campañas publicitarias de la ...

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Cuando se acercaban las Navidades o durante las fiestas de San Isidro, los comerciantes unidos de la calle del Pez costeaban la iluminación festiva. Claro que entonces las fiestas llegaban, en consonancia con los calendarios solar y cristiano, sobre el 20 de diciembre, y no un mes antes para estimular el consumo masivo en los grandes almacenes. Los comerciantes de la calle del Pez se unieron en los años sesenta, precisamente para sobrevivir a la ofensiva de las grandes galerías comerciales. Hoy la oscuridad vela piadosamente los restos de la derrota. Ni las añejas campañas publicitarias de la radio con el eslogan común de "Quien compra en la calle del Pez sabe bien lo que se pesca", ni los regalos al comprador, ni las luces de colores consiguieron mantener la fidelidad de una clientela tentada por las luminarias comerciales de la cercana Gran Vía y sus emporios.Las surtidas y ventajosas ofertas de las grandes superficies, con sus licencias fiscales y horarias, y el anquilosamiento de un comercio envejecido y apegado a la tradición fueron factores que coadyuvaron a la ruina de los detallistas y minoristas de ésta y otras zonas de Madrid. La especialización y la colaboración entre los comerciantes de una misma zona funcionó bien en la calle del Barquillo, la calle del sonido, o en las boutiques de la calle del Almirante. Un recurso efectivo y ancestral como recuerdan en el callejero antiguas denominaciones gremiales como: Curtidores, Cedaceros, Botoneras y tantas otras.

La pregunta a la que hay que responder es: ¿qué puede ofrecer un pequeño comercio que no ofrezca una gran superficie? El trato personalizado, la proximidad y el interés por la supervivencia del propio barrio son parte de la respuesta. Antes, el dinero circulaba en cada manzana, entre el zapatero y el carnicero, el sastre y el panadero, y el excedente se liberaba en la taberna de la esquina. Sin un plan preconcebido, la especialización vuelve a emerger en la calle del Pez. El joven y coletudo guarnicionero, que elabora tras el escaparate alforjas para motoristas, cananas, bolsos y cinturones, cena más tarde en el recién inaugurado restaurante tex-mex de la esquina, y es probable que sea amigo de sus vecinos de American Dream, un establecimiento genuinamente country and western, y cliente de la librería especializada en viajes y aventuras y de la tienda de comics de la misma calle. Nuevos artesanos y tiendas alternativas, otra parte de la respuesta. La Administración sigue sin responder.

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