Cartas al director

Un artículo

Pertenezco al clan de los lectores de Cartas al Director. Leo, casi todos los días, casi todas las cartas publicadas. Es un pequeño rito para mí. Ahora paso a formar parte del clan de los que las escriben. Disfrutaré enormemente al sentirme leída por otras muchas personas sin por ello abandonar mi anonimato: yo llevo muchos años leyendo esta seccion y jamás he encontrado el nombre de ningún amigo ni conocido. Probablemente conmigo ocurra lo mismo en, esta ocasión. Es curioso, cuando leo otros artículos en la prensa, muy a menudo ni me fijo en el autor de éstos. Sin embargo, al leer esta...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

Pertenezco al clan de los lectores de Cartas al Director. Leo, casi todos los días, casi todas las cartas publicadas. Es un pequeño rito para mí. Ahora paso a formar parte del clan de los que las escriben. Disfrutaré enormemente al sentirme leída por otras muchas personas sin por ello abandonar mi anonimato: yo llevo muchos años leyendo esta seccion y jamás he encontrado el nombre de ningún amigo ni conocido. Probablemente conmigo ocurra lo mismo en, esta ocasión. Es curioso, cuando leo otros artículos en la prensa, muy a menudo ni me fijo en el autor de éstos. Sin embargo, al leer esta sección busco siempre el nombre de quien firma cada carta, incluso me sorprendo a mí misma imaginándome quién habrá detrás de ese nombre y de esas palabras. Supongo que detrás de mi empeño en escribir esta carta se esconderá un oscuro deseo de comunicación. Creo que escribimos para que nos lean, así que esta sección debería llamarse Cartas a los Lectores de Cartas al Director. Me quedan quince líneas para contar que fue un artículo de este periódico el que me empujó, hace ya tiempo, a tomar la decisión de poner en práctica algunas de mis teorías. Quería poner cara y ojos a mi solidaridad. Y me encontré con un artículo en el que se hablaba de los voluntarios de diversas asociaciones. Ahora colaboro como voluntaria con el programa de ayuda a domicilio a personas ancianas dirigido por la Cruz Roja. Y me he encontrado con mucho trabajo por hacer y con poca gente para hacerlo. Me he encontrado con dolor y soledad a la vueIta de la esquina. Dolor y soledad sin guerras ni gritos, ni reivindicaciones, ni manifestaciones, ni portavoces, ni lazos. Eso sí que es anonimato puro y duro. Desde aquí, de mi parte, aunque no me lean, deseo para cada una de estas personas un poco de comunicación llena de afecto y un poco de alegría en su rutina diaria. Gracias por aquel artículo de entonces y por publicar mi carta ahora-

Lourdes Ordovás Muñoz.

Pasa a la página siguiente

Haz que tu opinión importe, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO

Archivado En