Cartas al director

El nacionalismo y el padre exterior

Se queja el señor Muñoz Molina de que admira profundamente la paz de espíritu que el nacionalismo y el infantilismo ofrecen a sus respectivos adeptos, y hay ocasiones en que a él también le gustaría disfrutarla. Después de leer su artículo, concluye que razonesno le faltan, ya que a pesar de evidenciar grandes dosis de infantilismo y nacionalismo, no parece alcanzar la paz beatífica.Recuérdame este caso al de aquel individuo que habiendo observado que algunos estúpidos eran felices dedujo erróneamente que la supina estupidez había de proporcionarle edénica felicidad.

Pues mire, señor Mu...

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Se queja el señor Muñoz Molina de que admira profundamente la paz de espíritu que el nacionalismo y el infantilismo ofrecen a sus respectivos adeptos, y hay ocasiones en que a él también le gustaría disfrutarla. Después de leer su artículo, concluye que razonesno le faltan, ya que a pesar de evidenciar grandes dosis de infantilismo y nacionalismo, no parece alcanzar la paz beatífica.Recuérdame este caso al de aquel individuo que habiendo observado que algunos estúpidos eran felices dedujo erróneamente que la supina estupidez había de proporcionarle edénica felicidad.

Pues mire, señor Muñoz, la realidad es más compleja, ya que si bien algunos catalanes somos felices sin ser nacionalistas, creemos firmemente que otros catalanes, vascos, gallegos o, ¿por qué no?, españoles pueden ser nacionalistas sin ser estúpidos.

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