Entrevista:

"El público de Madrid sabe de teatro, y eso se nota"

Hasta el próximo 21 de noviembre, nueve veces cada siete días, Abel FoIk, actor catalán, se traslada a las tórridas humedades de aquel Nueva Orleans de pasiones sudorosas que describió Tennessee Williams en Un tranvía llamado deseo. Es un Stanley Kowalsky dirigido por José Tamayo en el teatro Bellas Artes de Madrid. Un desgaste que Abel FoIk enriquece y aumenta con el ensayo simultáneo de otra obra, El veneno del teatro, esta vez en Barcelona. El doblete le obliga a superar el terror que le producen los aviones, casi en días alternos.Lo hace por deseo, porque adora la profesión d...

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Hasta el próximo 21 de noviembre, nueve veces cada siete días, Abel FoIk, actor catalán, se traslada a las tórridas humedades de aquel Nueva Orleans de pasiones sudorosas que describió Tennessee Williams en Un tranvía llamado deseo. Es un Stanley Kowalsky dirigido por José Tamayo en el teatro Bellas Artes de Madrid. Un desgaste que Abel FoIk enriquece y aumenta con el ensayo simultáneo de otra obra, El veneno del teatro, esta vez en Barcelona. El doblete le obliga a superar el terror que le producen los aviones, casi en días alternos.Lo hace por deseo, porque adora la profesión de actor, lamentando que el trayecto entre Madrid y Barcelona no puede hacerse en tranvía.

Pregunta. ¿Es usted un esclavo del puente aéreo?

Respuesta. Cada vez que aparezco, toda la tripulación me saluda. Parezco socio de la compañía.

P. ¿Es cierto, pues, que los actores catalanes son muy trabajadores?

R. Cuando nos dejan. No sé si se debe hablar de actores catalanes. Yo soy un poco obseso con esto del trabajo. Cuando estoy haciendo algo, le dedico las 24 horas del día.

P. Hábleme del público de Madrid.

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R. Posee lo que no tiene ningún otro en España: que asiste al teatro con regularidad, casi como rutina. Ve casi todo lo que se hace. Eso, desde el escenario, se nota muchísimo.

P. Pero aquí siempre hemos envidiado la tradición teatral catalana, tan activa y tan vanguardista.

R. Posiblemente, ese prestigio es mérito de quienes hacen el teatro, pero el público catalán se mueve sólo por cosas muy puntuales.

P. ¿Por qué Tennessee Williams? ¿No hay autores nuevos?

R. Es un texto de repertorio, un teatro que deberían cultivar todas las compañías nacionales. El Tranvía es muy vigente, porque habla de un conflicto eterno: la incomprensión de los seres humanos.

P. ¿Suda usted tanto haciendo de Kowalsky como Brando en el filme de Elia Kazan?

R. La función exige mucho físicamente. Los personajes son complejos; la acción, muy tensa, con mucha violencia física y psicológica. En los días de doble función calculo que debo perder casi tres kilos. Pero no he vuelto a ver la película; no he querido tener la referencia de Marlon Brando, porque aquélla fue una creación magnífica para cine. No tiene nada que ver con la versión teatral. Y el texto se hizo para teatro.

P. Con tanto trajín estará disfrutando muy poco de Madrid.

R. Apenas me he dado una vuelta por la Feria del Libro Antiguo, en la que participan algunos amigos, pero afortunadamente he vivido aquí en otros tiempos y es una ciudad que me fascina. La oferta de arte, por ejemplo, es fantástica. Pero quizá sea una cultura algo burguesa, de repertorio, quizá le falte un poco de imaginación. Añoro Madrid cuando estoy fuera; pero, cuando me quedo, echo de menos el mar.

P. ¿Le ha sentado bien a Barcelona el pasado 92?

R. Yo creo que ahora mismo Barcelona es una de las ciudades más bonitas del mundo.

P. Y con tanto avión, tanto taxi, tanta ciudad, ¿no tiene estrés?

R. Yo no soy apenas religioso, pero siempre me acuerdo de algo que aprendí con unos monjes budistas en Tailandia. La tensión no conduce a nada; es un derroche de energía que más tarde puedes necesitar. Como además no me gusta nada volar, aprovecho mi estancia en el aire para relajarme. Si te encuentras en paz estás más disponible para todo.

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