Ballesteros y Rivero, a dos golpes de los líderes

Severiano Ballesteros casi despejó muchas de sus incógnitas en la apertura del Open Británico de golf. Sin sus bogeys (+ 1) de los dos últimos hoyos se habría mantenido en el liderato con los australianos Greg Norman y Peter Senior y los estadounidenses Mark Calcavecchia y Fuzzy Zoeller, que terminaron con dos golpes menos (66 por 68). Aun así mostró vitalidad cuando parecía desahuciado. José Rivero también concluyó con 68; Miguel Ángel Jiménez, con 69, y Manuel Piñero, con 70 (el par). José María Olazábal tropezó en los 73 y José Carriles cayó en los 76. Intermitente la lluvia y atenuado el v...

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Severiano Ballesteros casi despejó muchas de sus incógnitas en la apertura del Open Británico de golf. Sin sus bogeys (+ 1) de los dos últimos hoyos se habría mantenido en el liderato con los australianos Greg Norman y Peter Senior y los estadounidenses Mark Calcavecchia y Fuzzy Zoeller, que terminaron con dos golpes menos (66 por 68). Aun así mostró vitalidad cuando parecía desahuciado. José Rivero también concluyó con 68; Miguel Ángel Jiménez, con 69, y Manuel Piñero, con 70 (el par). José María Olazábal tropezó en los 73 y José Carriles cayó en los 76. Intermitente la lluvia y atenuado el viento, las condiciones no fueron tan malas como se temía.

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ENVIADO ESPECIAL"El triunfo de Ballesteros nos costaría un millón de libras [200 millones de pesetas]", especuló el miércoles un portavoz de la compañía de apuestas William Hill. El español se cotizaba, en efecto, 66 a 1. Nunca había estado peor considerado desde que se destapó con su segundo puesto en el Open de 1976, a sus 19 años. "Hasta el martes", continuaba, "sólo habíamos recogido 18,50 libras por él, pero hoy ya debe de andar por las 500. Alguien incluso se ha atrevido a jugarse 50". En fin, no se corría peligro.¿No se corría? Hasta sus errores en los hoyos 17 y 18 del club Royal Saint George's, de Sandwich, sí que debió de correr por el celoso empleado algún que otro escalofrío. Ballesteros se había conjurado consigo mismo contra sus desencantos. Lejos de adoptar una actitud defensiva, la de quien desconfía de sus posibilidades, atacó en cuanto se compenetró con el campo y en la séptima bandera embocó el primer birdie (-1). Así, totalizó tres más (en el 9, el 12 y el 14) y asumió durante bastantes minutos el liderato. Sus dos bogeys finales, provocados quizá por la excitación de verse arriba, le estropearon la fiesta externa, no la interna: "En mis circunstancias, es para sentirse satisfecho".

Sí, su transformación anímica fue espectacular. Alicaído por su crisis y sus periódicos dolores en su espalda, había echado a caminar con una inquietud más. En su ausencia y la de los suyos, los amigos de lo ajeno entraron como Pedro en la casa en que se aloja. Dos jeeps, tres televisores, dos vídeos y otros objetos de su casero fueron el botín, valorado en unos siete millones de pesetas. "Estoy muy preocupado por mi mujer [Carmen, la hija del banquero Emilio Botín, quien también le acompaña estos días] y los niños [Javier, que en agosto cumplirá tres años, y Miguel, de diez meses]", confesó.

Al cántabro no le gustó desde un principio la situación de su residencia, a más de un kilómetro de la carretera y un cuarto de hora en coche del club. Obsesionado por la seguridad de su familia, que suele desplazarse con él, sus recelos se mostraron justificados. "No me equivoqué al desconfiar. Los ladrones nos han vigilado y han aprovechado la primera oportunidad", reflexionó. No obstante, para Carmen no estaba "claro" que conociesen a los inquilinos: "No hemos pedido una protección especial. Han robado donde han podido. No nos falta ninguna de nuestras pertenencias".

Revés a revés, Ballesteros tenía que explotar de alguna manera y explotó como mejor sabía hacerlo. ¿O vuelve a saberlo? Sus palos respondieron ayer a sus deseos, pero también respondieron en abril en la segunda vuelta del Masters de Augusta, tras la cual declaró con la ansiedad de quien se quita un enorme peso de encima: "Estaba muerto y he resucitado". Entonces se precipitó. Su comportamiento posterior fue decepcionante y acumuló más eliminaciones. Ahora, habiendo respirado de nuevo ese aire victorioso que le urgía, ¿va a sostenerse en pie o a resbalar en la irregularidad? La respuesta se halla en su mente. Lo fundamental para él no es ganar, sino aspirar a ello.

Además, son muchos los opositores al éxito absoluto. Uno es Norman, el campeón de 1986 en Turnberry, que se enmendó. Tras su doble bogey (+ 2) inicial, encaró el hoyo 13 con un -1 global. A partir de ese número supuestamente fatídico saltó, sin embargo, de birdie en birdie. Cinco consecutivos, hasta el 17, le reafirmaron: "Me dije que debía ser paciente y lo fui". Los únicos que no acabaron superados por él fueron Senior, Zoeller y Calcavecchia, el héroe de 1989 en Troon y que, poco a poco, ha decaído: "Nunca sé lo que va a suceder conmigo".

Peor les fue a los tres golfistas que precedían a Norman en los pronósticos. El zimbabuense Nick Price rubricó 68 golpes, dos más; el inglés Nick Faldo, 69, y el estadounidense Payne Stewart, 71. A su vez, el alemán Bernhard Langer anotó 67; el igualmente norteamericano Fred Couples, 68; el escocés Sandy Lyle, el ganador de 1985 en Sandwich, 70, y el galés lan Woosnam, sancionado con un año sin carné de conducir y 430.000 pesetas de multa por ir ebrio al volante, 72.

Entre los españoles restantes destacó Rivero, que terminó con 68 (cuatro birdies por dos bogeys). Jiménez, con 69 (tres por dos), también bajó del par.

En cambio, Olazábal, se fue hasta los 73.

CLASIFICACIÓN

1º. Norman (Australia), Calcavecchia (EE UU), Zoeller (EE UU) y Senior (Aus.), 66 golpes. 50. Langer (Alemania), Mize (EE UU), McNulty (Zimbabue), Clark (Inglaterra), Evans (Ing.), Day (EE UU), Smyth (Irlanda), Turner (Nueva Zelanda), Westner (Suráfrica) y Ames (Trinidad), 67.

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