Cartas al director

No hay madre sin padre

El señor Luis Rojas Marcos hace en su artículo del 15 de junio de 1993 un análisis tierno y muy comprensivo de la madre, nos recuerda que en nuestra cultura persiste una imagen idealizada de la madre y aboga por su superación; nada que objetar, salvo que en su análisis al padre lo orilla a un papel de comparsa, opcional y prescindible.No se pronuncia el señor Rojas sobre el doble juego de esa nueva madre: lamentarse de la sobreacumulación de tareas y responsabilidades, al tiempo que se niega a trasladar de forma efectiva parte del rol clásico de madre al padre, al hombre.

El poder de la...

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El señor Luis Rojas Marcos hace en su artículo del 15 de junio de 1993 un análisis tierno y muy comprensivo de la madre, nos recuerda que en nuestra cultura persiste una imagen idealizada de la madre y aboga por su superación; nada que objetar, salvo que en su análisis al padre lo orilla a un papel de comparsa, opcional y prescindible.No se pronuncia el señor Rojas sobre el doble juego de esa nueva madre: lamentarse de la sobreacumulación de tareas y responsabilidades, al tiempo que se niega a trasladar de forma efectiva parte del rol clásico de madre al padre, al hombre.

El poder de la madre, el único con el que contaba una mujer, es un poder sutil y antiguo, que el señor Rojas no cuestiona, del que sólo refiere las obligaciones que conlleva, pero sin entrar a descubrir la coartada que supone para una mujer.

No está la solución en asistencia social para madres solas, está en ceder a los padres una parcela real junto a sus hijos.

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Y dejemos a un lado los casos de marginación y malos tratos, esos temas específicos y delimitados; me refiero al grueso del cuerpo social, ese que provoca la deserción y ruina del padre, ese que sobredimensiona a la madre y minimiza al padre, una actitud que en nada favorece a la mujer y que empobrece al hijo.

Cuando se rompe la pareja es cuando surge con toda crudeza esa devaluación del padre` surge, pero ya estaba. Es entonces cuando el amor de madre queda en manos de una mujer, de una mujer despechada, que rotos los lazos con el hombre negará, en mayor o menor medida, al padre, sutil o truculentamente, pero con la aquiescencia de una sociedad que todavía duerme con el mito de la madre y que se siente adulta porque destruyó al padre.-

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