Tribuna:

El baile

Tal como pedía el honorable Pujol, el presidente González ha abierto el baile. Le correspondía, y lo ha hecho por riguroso orden de sensibilidad electoral; pero, pase lo que pase, el presidente ya ha escogido bailar con la mujer araña. Si se observa la estrategia de los socios más presuntos del partido de Felipe González (¿sigue siendo el PSOE?), cuando besan y se dejan besar, abrazan y se dejan abrazar, ciñen y se dejan ceñir, lo hacen desde la conciencia de que la pareja está disminuida por las circunstancias. Pintan bastos económicos y las estadísticas europeas se han puesto impertinentes c...

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Tal como pedía el honorable Pujol, el presidente González ha abierto el baile. Le correspondía, y lo ha hecho por riguroso orden de sensibilidad electoral; pero, pase lo que pase, el presidente ya ha escogido bailar con la mujer araña. Si se observa la estrategia de los socios más presuntos del partido de Felipe González (¿sigue siendo el PSOE?), cuando besan y se dejan besar, abrazan y se dejan abrazar, ciñen y se dejan ceñir, lo hacen desde la conciencia de que la pareja está disminuida por las circunstancias. Pintan bastos económicos y las estadísticas europeas se han puesto impertinentes con España, aunque se dice que podríamos aspirar a ser uno de los siete grandes del mundo industrializado. ¿Nos, lo dijo Pérez, que estaba en Mallorca? Sí. Ese Pérez, defensa escoba de los balones perdidos por Solchaga.Si se adelantan las elecciones generales, no habrá quien pare a la derecha, y con toda la naturalidad de este mundo bastará un bolígrafo para que la mujer araña cambie el nombre de la pareja en el carnet de baile. El desastre del PSOE no sería el de Felipe González, sino el de una izquierda sociológica que tardaría años en recuperarse. Y sin embargo, pocas veces ha tenido un presunto jefe de Gobierno tantas complicidades sociales previas, que no son exactamente equiparables a las complicidades electorales. Si se metiera en lo de la corrupción por encima de los corruptos, si bajara los costes sociales de la convergencia europea aunque costara un poco más converger, si diera la batalla de la sinceridad democrática convocando a un país de centro izquierda, no sólo garantizaría la gobernabilidad, sino también el salto por encima de peligrosos cansancios democráticos y llegar a la productividad competitiva por el camino de la solidaridad. Pero su carnet ya estaba lleno antes de que empezara el baile.

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