La escasa victoria de Rafsanyani sorprende al régimen de Teherán

El presidente reelecto de Irán, Alí Akbar Hachemí Rafsanyani, tenía ayer pocos motivos para congratularse. La apatía y el desencanto del electorado eclipsaron su victoria cantada en los comicios del viernes y, a pesar de las pomposas declaraciones ofíciales, lo que hay en esferas del Gobierno es mal dismulada incredulidad. Los resultados -un 63,2% de sufragios para el presidente, con sólo un 56% de participación- reflejan el cansancio de los iraníes con el actual estado de cosas y su deseo de que haya cambios.

"Chocante" e "incierto". Esos fueron términos utilizados por una fuente cerca...

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El presidente reelecto de Irán, Alí Akbar Hachemí Rafsanyani, tenía ayer pocos motivos para congratularse. La apatía y el desencanto del electorado eclipsaron su victoria cantada en los comicios del viernes y, a pesar de las pomposas declaraciones ofíciales, lo que hay en esferas del Gobierno es mal dismulada incredulidad. Los resultados -un 63,2% de sufragios para el presidente, con sólo un 56% de participación- reflejan el cansancio de los iraníes con el actual estado de cosas y su deseo de que haya cambios.

"Chocante" e "incierto". Esos fueron términos utilizados por una fuente cercana a Rafsanyani para definir el efecto de los resultados de la votación y el futuro debate político dentro de la república islámica. Sin duda, podría añadirse "sorprendente": Ahmad Tavakoli, un poco conocido político conservador, emergió en segundo lugar con un inesperado 24% que, por primera vez desde el triunfo de la revolución islámica en 1979, revela cansancio popular con las promesas y un incipiente pero significativo deseo público de renovación.Según el resultado oficial, el presidente consiguió un segundo mandato de cuatro años con 63,2% del voto (con 10,5 millones de votos), muy por debajo de las expectativas gubernamentales. Rafsanyani, que prácticamente no hizo campaña, parecía confiar en conseguir un índice similar al que obtuvo en las elecciones de 1989, cuando llegó a la presidencia con el 94,5% de los sufragios.

Las elecciones también han demostrado que los iraníes están más preocupados por los problemas económicos que por la política. Lo bajo del 56% de participación tuvo doble lectura: mientras algunos analistas apoyan la tesis de que los iraníes no acudieron masivamente a las urnas, ignorando las órdenes de su líder espiritual, el ayatolá Alí Jamenei, porque sabían quién iba a ganar, otros detectan una manifestación sin precedentes de descontento con el sistema político.

Raflanyani, en una declaración distribuida por los medios oficiales, trató de ahuyentar los temores de que se avecinan días aún más difíciles para una nación con cerca del 30% de inflación, alto índice de paro y una abrupta caída de la tasa de crecimiento.

En medios políticos se especulaba ayer con que Rafsanyani, consciente del precio de políticas impopulares, no tendrá más remedio que disminuir la velocidad de las reformas económicas, indispensables para sanear la economía en momentos en que se acentúa la brecha entre ricos y pobres. "Lo positivo de estos resultados es que prometen ampliar el debate político, pero Rafsanyani tendrá que moverse con mucho cuidado", comentaba un diplomático europeo.

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