Las biblias vuelan en la Casa Blanca

Los Clinton se tiran los trastos a la cabeza, según un supuesto funcionario presidencial

La cumbre bilateral entre Estados Unidos y Rusia que se celebrará en Vancouver el próximo fin de semana es un riesgo para todos. Borís Yeltsin tiene que acudir a la ciudad del Pacífico canadiense sin saber si al regresar a Moscú se encontrará de nuevo el retrato de Stalin colgado de las paredes del Kremlin. Para Bill Clinton, el peligro es que Hillary aproveche la ausencia de su esposo para dar un golpe de Estado y hacerse con el poder en la Casa Blanca.Es una broma, por supuesto. Uno más de los innumerables chistes de los que Hillary Rodham Clinton es protagonista desde que su marido llegó a ...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

La cumbre bilateral entre Estados Unidos y Rusia que se celebrará en Vancouver el próximo fin de semana es un riesgo para todos. Borís Yeltsin tiene que acudir a la ciudad del Pacífico canadiense sin saber si al regresar a Moscú se encontrará de nuevo el retrato de Stalin colgado de las paredes del Kremlin. Para Bill Clinton, el peligro es que Hillary aproveche la ausencia de su esposo para dar un golpe de Estado y hacerse con el poder en la Casa Blanca.Es una broma, por supuesto. Uno más de los innumerables chistes de los que Hillary Rodham Clinton es protagonista desde que su marido llegó a la presidencia. El carácter enérgico de la primera dama, su fuerte personalidad y su capacidad intelectual para asumir misiones que estaban vetadas a sus predecesoras han servido para que ciertos grupos y cierta prensa elaboren una leyenda negra de la que a esta mujer le va a ser muy difícil escapar.

El último episodio de esta historia es una revelación hecha por un supuesto miembro del servicio secreto de la Casa Blanca y recogida por el semanario Newsweek. Según esa fuente, Hillary mantiene pésimas relaciones con Bill Clinton y es una histérica que fuma para molestar a su marido, a quien en una ocasión le arrojó supuestamente una Biblia a la cabeza en medio de una acalorada bronca.

Aunque la prensa norteamericana más seria ha preferido ignorar esos rumores, el asunto sí ha servido de carnaza para los medios sensacionalistas, que no pierden oportunidad de atacar a una persona que no parece encajar en los esquemas tradicionales de este país. El portavoz de la Casa Blanca, George Stephanopoulos, ha descalificado los comentarios, aparecidos originalmente en el periódico amarillo The Washington Times, como "cotilleo malicioso".

La guerra contra Hillary, sin embargo, no es un asunto de broma. Al poco de ser nombrada al frente de un equipo especial para el estudio de la reforma sanitaria, varios grupos de presión relacionados con el campo de la medicina presentaron una querella en su contra. Este mes, un juez dictaminó que las reuniones del equipo de la primera dama tenían que ser públicas, con lo que, de alguna manera, se puso en tela de juicio la legitimidad de su nombramiento.

Hillary es el blanco favorito de las empresas farmacéuticas, los negocios hospitalarios y los médicos millonarios, los tres sectores que se sienten más perjudicados por la reforma que la primera dama plantea para permitir un acceso universal a la sanidad.

Hillary irrita también a los congresistas, a los que perturba continuamente con llamadas telefónicas y visitas sorpresa. Y es tan atrevida como para pretender romper costumbres tan asentadas en este país como la adopción del apellido del marido por parte de las mujeres casadas. Hillary ha mantenido orgullosamente su Rodham entre el nombre de pila y el apellido Clinton, así como mantiene sus propios amigos, su propia confesión religiosa y sus propios hábitos culinarios, distintos a los del presidente. Pero, hasta ahora, al menos en público, nadie ha percibido un mal gesto o cualquier otro síntoma de crisis en ese matrimonio.

Archivado En