Johanesburgo, cárcel de lujo para blancos acomodados

La tasa de criminalidad en Suráfrica es 10 veces mayor que en Estados Unidos

ENVIADO ESPECIALAnna y Erik son blancos en Suráfrica y viven como blancos: tienen buenos trabajos como profesionales cualificados, gozan de una magnífica vivienda con un descomunal jardín, conducen sendos coches de marcas de relumbrón, tienen un par de hijos maravillosos que van a la universidad y los fines de semana se reúnen con amigos para preparar una parrillada. Lástima que tengan que vivir en Johanesburgo. Al otro lado de los cientos de metros de tapia que protegen la vivienda es cada vez mayor la amenaza para la vida y la propiedad. Por ahora han tenido suerte, no han sido asaltados...

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ENVIADO ESPECIALAnna y Erik son blancos en Suráfrica y viven como blancos: tienen buenos trabajos como profesionales cualificados, gozan de una magnífica vivienda con un descomunal jardín, conducen sendos coches de marcas de relumbrón, tienen un par de hijos maravillosos que van a la universidad y los fines de semana se reúnen con amigos para preparar una parrillada. Lástima que tengan que vivir en Johanesburgo. Al otro lado de los cientos de metros de tapia que protegen la vivienda es cada vez mayor la amenaza para la vida y la propiedad. Por ahora han tenido suerte, no han sido asaltados, pero tanto ellos como los amigos reunidos para disfrutar de la carne a la brasa conocen a gente víctima de una delincuencia que ha colocado a Suráfrica la etiqueta de país más violento del mundo, con una tasa de criminalidad diez veces mayor que la de Estados Unidos.

"Después de una noche que había llovido torrencialmente, me desperté y al mirar por la ventana vi que faltaba un trozo de tapia. '¡Han robado la tapia!', me dije aterrorizada. Luego me di cuenta que por un problema de drenaje, el agua se había acumulado en exceso y había acabado por derribar la tapia. A este extremo de psicosis hemos llegado", recuerda Anna, mientras bebe una copa de vino blanco y picotea unos aperitivos. "Nos han robado varias veces los números dorados de la puerta y un día descubrí que por la noche habían intentado llevarse un árbol de la calle. Es incomprensible".

La casa de esta pareja en uno de los acomodados barrios del norte de Johanesburgo -todos construidos con chalés de ensueño , rodeados de interminables tapias- muestra al exterior la chapa de una compañía de seguridad como única disuasión para los posibles ladrones, que si saltan la tapia tendrán que vérselas con dos perros como leones. "La policía dice que no puede hacer nada y lo único que nos ha recomendado es que contratemos a un vigilante jurado que esté por aquí dentro", comenta Erik. "Y no pienso hacerlo".

Otros vecinos han seguido el consejo policial y en la chapa adosada a la tapia se lee claramente: "Respuesta armada". Otra valla está rematada a todo lo largo por tres hilos de alambre y otro aviso: "Alambrada electrificada". Todos los blancos de Johanesburgo tienen historias de delincuencia que contar, pero eso no tiene gran mérito en el país con más asesinatos per cápita del mundo, 95 por cada 100.000 habitantes o dos a la hora. La mayor parte de esas muertes tiene que ver con violencia de raíces políticas, esencialmente de negros contra negros, pero es creciente el número de casos de delincuencia común, de negros contra blancos. El negro ha perdido el miedo a su antiguo señor, carece de expectativas de futuro por su paupérrima educación en un país con una economía en crecimiento negativo y quiere lo que el blanco tiene.

Dormitorios aislados

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Los blancos viven asustados y la prensa alimenta cada día ese miedo con una nutrida relación de ilógicos robos con asesinato, violaciones y apaleamientos con saña. A los blancos de Johanesburgo no les queda otra alternativa que parapetarse en sus magníficas casas. Muchas viviendas están divididas interiormente entre la parte donde se hace la vida diaria y la zona de los dormitorios, que por la noche queda estanca y aislada para que si los asaltantes consiguen penetrar en la casa no pongan en peligro la vida de los ocupantes.En otras ciudades del país la psicosis no es tan grande. Sólo en los espacios rurales abiertos la tensión entre vida y muerte es mayor. "Yo no podría vivir en el campo", dice Elizabeth, una de las personas que asiste a la reunión. "A veces pienso en Kenia", país donde la campaña de los independentistas del Mau Mau causó estragos en los años 50 entre los blancos.

El centro de Johanesburgo, la capital económica y financiera del país, ha sido tomado por vendedores, que montan sus puestos con todo tipo de productos en el suelo de las aceras, y por delincuentes. Es la llamada economía informal, en sus vertientes legal e ilegal, que permite sobrevivir a millones de personas en todo el país. En ese entorno, los riesgos de ir cada día al trabajo se han hecho tan insoportables para los blancos que muchas compañías están desplazando sus oficinas a barrios residenciales en los que sólo se ve a los negros que trabajan como empleados domésticos.

Los espacios que dejan las empresas que huyen no son alquilados ni aunque el propietario ofrezca nueve meses francos de alquiler a cambio de contratos a largo plazo. Un novísimo hotel de lujo ha bajado su categoría hasta las tres estrellas para atraer clientes, pero no es seguro que vaya a conseguirlo. Salir por la puerta es vivir más peligrosamente de lo que el turista puede soportar. La policía ha abierto una comisaría en la misma plaza del hotel, pero no da abasto aunque usa los métodos más expeditivos: un agente disparó el pasado fin de semana contra un atracador e hirió también a la mujer que resultaba atracada.

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