Editorial:

El nuevo catecismo

SIN NEGAR la novedad que supone que la Iglesia haya introducido en un catecismo universal los nuevos "pecados sociales" como el fraude fiscal o la complicidad en negocios sucios, todo indica que el principal objetivo de la iniciativa era acabar con el pluralismo respecto a materias no estrictamente dogmáticas surgido del Concilio Vaticano II. Del mismo modo que tras el de Trento surgió el catecismo romano o "tridentino" (inspirador de los catecismos nacionales clásicos, como los de Astete y Ripalda en España), los sectores que se identifican con la contrarrefórma encarnada por el actual pontí...

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SIN NEGAR la novedad que supone que la Iglesia haya introducido en un catecismo universal los nuevos "pecados sociales" como el fraude fiscal o la complicidad en negocios sucios, todo indica que el principal objetivo de la iniciativa era acabar con el pluralismo respecto a materias no estrictamente dogmáticas surgido del Concilio Vaticano II. Del mismo modo que tras el de Trento surgió el catecismo romano o "tridentino" (inspirador de los catecismos nacionales clásicos, como los de Astete y Ripalda en España), los sectores que se identifican con la contrarrefórma encarnada por el actual pontífice han venido reclamando una especie de compendio teológico-moral al que debieran atenerse todos los episcopados.Salvo en la utilización de un lenguaje menos admonitorio respecto al pecador, en casi todo lo demás el nuevo texto mantiene a ultranza la mentalidad tridentina, incluso en temas como el de la pena de muerte o la guerra. Mal se concilia que se considere el aborto como un "asesinato" y se permita al mismo tiempo a las autoridades civiles que sigan llevando a gente a la silla eléctrica. Como resulta chocante que el texto sea más blando en la condena de la tortura que en la del divorcio, por ejemplo.

En los tiempos del sida, seguir calificando como "instrumento malvado" al preservativo o recomendando el "uso moderado" de la sexualidad como receta para la limitación de la natalidad (en. un mundo con graves problemas demográficos), al mismo tiempo que se sigue condenando sin distinciones el aborto, o se pide "compasión" hacia los homosexuales, no puede dejar de crear perplejidad incluso entre los creyentes conservadores. Un texto, en definitiva, que archiva el talante del Concilio Vaticano II y reivindica la Iglesia que, precisamente en la apertura del mismo, Juan XXIII denunció como "profeta de desventuras".

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