La 'trampa' del derecho de asilo

Los socialdemócratas alemanes se niegan a aceptar el cambio constitucional

Los conservadores alemanes están desplazando el espectro político hacia la derecha. La estrategia es clara: manipular la ola de violencia contra los extranjeros, avivar la polémica sobre el derecho de asilo y buscar así apoyos para cambiar el artículo 16 de la Ley Fundamental que lo regula. Entre la oposición socialdemócrata (SPD) empieza a cundir el pánico ante esta trampa política destinada a cortar su acceso al poder en las próximas elecciones. La táctica del canciller Helmut Kohl, quien atribuye todos los males a la negativa del SPD a aceptar este cambio constitucional, ha conseguido e...

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Los conservadores alemanes están desplazando el espectro político hacia la derecha. La estrategia es clara: manipular la ola de violencia contra los extranjeros, avivar la polémica sobre el derecho de asilo y buscar así apoyos para cambiar el artículo 16 de la Ley Fundamental que lo regula. Entre la oposición socialdemócrata (SPD) empieza a cundir el pánico ante esta trampa política destinada a cortar su acceso al poder en las próximas elecciones. La táctica del canciller Helmut Kohl, quien atribuye todos los males a la negativa del SPD a aceptar este cambio constitucional, ha conseguido enfrentar a su líder, Björn Engholm -dispuesto a ceder-, con las bases de su partido."Hemos superado el límite de lo que podemos soportar. Nos enfrentamos al peligro de una profunda crisis de confianza en el Estado democrático, incluso a un estado de emergencia nacional", declaró el canciller Kohl ante los delegados de su partido (CDU).

Desde que hace dos años empezó la llegada masiva de supuestos refugiados políticos -que en 1992 alcanzarán la cifra de medio millón-, la CDU amenaza con una catástrofe, mientras el SPD insiste en que no es necesario un cambio constitucional para resolver el problema. Sólo un 5% de los que lo solicitan obtiene el asilo. Lo que hace falta, aseguran los socialdemócratas y parte de los liberales, es aplicar las leyes, agilizar los trámites y actuar con contundencia contra los alborotadores.

Pero la continua violencia y la constante degeneración del problema a causa de la pésima gestión de las autoridades ha hecho mella finalmente en la opinión pública, que ha acabado creyéndose la solución de la CDU, que asegura que el cambio constitucional arreglará todo milagrosamente. De esta manera, los conservadores han conseguido trasladar el debate político a los márgenes de la extrema derecha. Los socialdemócratas se encuentran entre la espada y la pared. Engholm, el primer líder en mucho tiempo que parece capacitado para desbancar a Kohl de la cancillería, es consciente de que ya no tiene más remedio que ceder en este tema si quiere conseguir un apoyo suficiente en, las elecciones de 1994. Pero su partido no está por la labor.

La polémica ha obligado a los socialdemócratas a escoger entre la emoción y la realidad. El asilo es una de las máximas históricas del partido, parte de su tradición. Empezando por el recientemente desaparecido Willy Brandt, un número considerable de sus miembros tuvo que acogerse a la buena voluntad de otros países durante el nazismo. El derecho de asilo está en la memoria colectiva socialdemócrata, y cambiar el artículo 16 sería una traición a sus íntimos ideales.

Engholm y la cúpula socialdemócrata se han dado cuenta de que, por irracional que parezca, va a ser necesario tragarse este sapo y entregar el artículo 16. Pero el partido se rebela. El fin de semana pasado, en Baviera, las bases derrotaron la propuesta de la dirección en este sentido. "El SPD tiene la tendencia a funcionar mucho más emocionalmente que los otros partidos", asegura el publicista Jochen Thies. "Tendrá que ir en esta dirección, y cuanto más la debatan, mayor es el riesgo de que Kohl lo utilice en su contra. El problema es que el partido está tan agitado que puede matar a su candidato".

Aparentemente, la CDU no tiene nada que perder y puede seguir jugando con fuego en el tema del asilo. Pero conviene notar que los democristianos y socialcristianos bávaros aún no se han atrevido a presentar ninguna ley específica en el Parlamento. Los conservadores tienen a su vez problemas con sus socios liberales, divididos en este asunto. De momento, el Gobierno sigue jugando con fuego.

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