Editorial:

Hijos tengas

¿ES BUENO o es malo que España tenga una media de 1,3 hijos por familia? La publicación, la semana pasada, de los datos del último informe del Population Crisis Committee (Comité de Crisis de Población) asegura no sólo que España tiene, con Italia, las células familiares más reducidas de los países de "ingresos elevados", sino que su acceso y utilización de los métodos anticonceptivo s es adecuado.Es preciso congratularse de ello. Quiere la sabiduría popular que la armonía y prosperidad familiares estén ligadas al concepto de familia numerosa. Es la traducción a términos cotidianos del mandato...

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¿ES BUENO o es malo que España tenga una media de 1,3 hijos por familia? La publicación, la semana pasada, de los datos del último informe del Population Crisis Committee (Comité de Crisis de Población) asegura no sólo que España tiene, con Italia, las células familiares más reducidas de los países de "ingresos elevados", sino que su acceso y utilización de los métodos anticonceptivo s es adecuado.Es preciso congratularse de ello. Quiere la sabiduría popular que la armonía y prosperidad familiares estén ligadas al concepto de familia numerosa. Es la traducción a términos cotidianos del mandato bíblico del "creced y multiplicaos". Y, sin embargo, la realidad es bastante más terrible: dentro de una década, la población del mundo habrá pasado de 5.400 millones a 6.400, y para el 2050 podría haber alcanzado los 10.000 millones de personas. El 95% de ese espectacular crecimiento tendrá jugar en el mundo subdesarrollado. La cuestión no es ya sólo que la Tierra será pronto incapaz de alimentar a todos sus moradores. Es también que la explosión demográfica alimenta el crecimiento urbano desorbitado, degrada la vida en las ciudades, ejerce una presión insostenible sobre los sistemas educativos, contribuye a deteriorar el medio ambiente.

En general, un descenso en el número medio de hijos por mujer gracias a la planificación familiar está siempre ligado a una mayor cultura de las mujeres y a una mayor presencia suya en el mundo del trabajo. La contrapartida que se aduce es la de la preocupación colectiva por los efectos del envejecimiento relativo de la población: tener un país con pocos jóvenes impone sobre éstos y sobre el Estado onerosas obligaciones de protección a la tercera edad y dificultades en la renovación de los ciclos productivos. Sin embargo, el envejecimiento tiene hoy un significado completamente distinto del que tenía en el pasado: la vida media es más larga, y sobre todo lo es la vida media útil en condiciones de ser vivida con un alto nivel de calidad sanitaria o profesional. La capacidad productiva ligada a la fuerza del trabajo no es, por consiguiente, una consecuencia única de la población.

Amartya Sen, el gran especialista en materia de hambrunas y población, explica que, en India, los métodos anticonceptivos, con ser de enorme importancia (los 106 millones de nacimientos evitados desde 1979 representan para la economía un ahorro de 80 billones de pesetas), no son el método más eficaz para reducir la explosión demográfica. Lo es el desarrollo económico: a mayor riqueza, mejor asistencia sanitaria, menor mortandad, mayor esperanza de vida, mejores recursos de pensiones y menor dependencia económica de los padres respecto a los hijos, por lo que éstos no son tantos.

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Es en ese aspecto de la disminución de nacimientos en el que se han disparado las voces de alarma en España, porque, se dice, sobre una población activa en retroceso recaerá el peso de las pensiones de una población jubilada en crecimiento. ¿Es razonable preocuparse por ello cuando cerca del 20% de la población activa española, potencialmente trabajadora y cotizadora, no encuentra empleo? Más que por el descenso en el número de jóvenes de la próxima generación, sería razonable preocuparse porque no hay empleo suficiente para los de la actual. Muchos de los parados, además, son gentes que, en sucesivos planes de reconversión, han sido jubilados anticipadamente, pero cuya jubilación no responde a razones de tipo biológico.

La única preocupación razonable es que, en el muy largo plazo de varias generaciones, la tasa de nacimientos se mantuviera por debajo de la tasa de reposición, produciéndose así un descenso sustancial de la población española. Pero la experiencia de otros países indica que la propia dinámica social corrige esa tendencia cuando se prolonga un cierto tiempo. Al final, queda para la reflexión una de las conclusiones de los 10 científicos reunidos hace una semana en El Escorial, en el marco de Madrid Capital Cultural, para discurrir sobre el futuro del planeta: el fuerte crecimiento de la población y el de las desigualdades son sendos obstáculos para un futuro mejor.

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