Seis meses que se quedaron cortos

Las más de 41 millones de visitas a la Expo han superado todas las previsiones

"Antes, Ia capacidad organizativa era cosa de los nórdicos y los japoneses, pero ahora también podemos ser nosotros". Estas palabras del comisario general, Emilio Cassinello, resumen el funcionamiento de la Expo 92 en sus seis meses de vida. La, isla de La Cartuja ha sido una especie de mundo feliz donde casi todo ha funcionado a la perfección. Que en seis meses y con más de 41 millones de visitas no haya ocurrido ningún incidente grave en las 215 hectáreas del recinto parece milagroso, aunque también habrá que reconocer que había medios para no dar cabida a la improvisación. La Expo ha sido a...

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"Antes, Ia capacidad organizativa era cosa de los nórdicos y los japoneses, pero ahora también podemos ser nosotros". Estas palabras del comisario general, Emilio Cassinello, resumen el funcionamiento de la Expo 92 en sus seis meses de vida. La, isla de La Cartuja ha sido una especie de mundo feliz donde casi todo ha funcionado a la perfección. Que en seis meses y con más de 41 millones de visitas no haya ocurrido ningún incidente grave en las 215 hectáreas del recinto parece milagroso, aunque también habrá que reconocer que había medios para no dar cabida a la improvisación. La Expo ha sido además la excusa perfecta para modernizar Andalucía, con una inversión cercana al billón de pesetas.

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Seis puentes, dos nuevas vías de circunvalación, un flamante aeropuerto, una limpísima estación de autobuses, el tren de alta velocidad que llega a una novísima estación y una isla dotada de los últimos adelantos tecnológicos es el legado de la exposición para Sevilla. También deja una autovía que comunica prácticamente toda la región y mejoras en los aeropuertos de Málaga y de Jerez.En el terreno cultural, están los 55.000 espectáculos organizados en la ciudad o las rehabilitaciones de edificios históricos en las provincias andaluzas, dentro del programa Andalucía 92.La muestra sevillana abrió sus puertas el 20 de abril con los lógicos fallos. Fue como estrenar una ciudad de repente: unos 25.000 trabajadores, 98 pabellones, 150 participantes oficiales (110 países, 17 comunidades autónomas y 23 organizaciones internacionales), una treintena de grandes empresas, 123 concesionarios, 103 bares y cafeterías, 136 tiendas y unas 232.000 personas como media diaria de visitantes.

Durante los 176 días que ha permanecido abierta, unos 16 millones de personas -un tercio de ellas, extranjeras- han pasado por la muestra hasta totalizar más de 41 millones de visitas, superando en más de cinco millones la cifra prevista. La valoración global de la exposición, según las encuestas de los organizadores, no ha bajado de los 8 puntos sobre 10.

Pese a que la mayoría de los 110 países participantes anunciaron unos contenidos espectaculares, lo cierto es que ha habido un abuso de las técnicas audiovisuales, exposiciones de tono menor, pocas piezas originales y mucho cartón piedra que dejaba poco lugar para el asombro Esto quizás ha sido más evidente para los visitantes de última hora que han guardado colas de cinco, seis y hasta siete horas. El continente -el propio recinto como espacio de diversión, ocio y entretenimiento- ha sido el mejor contenido.

La Expo ha sido una especie de paraíso de convivencia. "Oficialmente", no ha habido ningún delito en el recinto de La Cartuja, y solamente se ha producido una colisión en el aparcamiento de la muestra -el mayor del mundo, con 40.000 plazas-, por donde han pasado dos millones de vehículos. Gracias a las rigurosísimas normas sanitarias, tampoco ha habido que lamentar ninguna intoxicación alimentaria, y el diseño de La Cartuja, ha permitido a 80.000 minusválidos recorrer sin barreras arquitectónicas la última Exposición Universal del siglo XX.

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Gracias a la Expo, España ha recibido tres veces más visitas de Estado que en 101. Los servicios de protocolo han atendido a 77 jefes de Estado o de Gobierno, 44 miembros de casas reales, 20 vicepresidentes o viceprimeros ministros, 21 máximos representantes de organismos internacionales, 227 ministros y cerca de 250 altos cargos de comunidades autónomas españolas.

La rigidez de las normas de la Sociedad Estatal ha sido una de las protestas de los participantes.

Estos se han quejado de la burocracia, de los cientos y cientos de formularios que han tenido que rellenar para obtener acreditaciones y licencias. "Los problemas que nos han puesto para la entrada y la salida de personas y mercancías son ya famosos en el mundo entero", afirmó recientemente el secretario del Colegio de Comisarlos, el danés Ole Philipson, quien, pese a ello, afirmó que "la Expo es una maravilla". Lo peor ha sido para todos -participantes y visitantes- el precio de los hoteles de Sevilla Tanto subieron las tarifas -un hotel de máxima categoría en Marbella resultaba un 40% más barato que otro de cuatro estrellas en Sevilla-, que el público prefirió alojarse en establecimientos de otras provincias, mientras inmobiliarias y sevillanos ofrecieron camas a precios más asequibles. La propia Expo sufrirá económicamente este error, por cuanto la sociedad creada por ella (Coral) y participada por otras seis empresas, para alojar a turistas y delegaciones extranjeras, perderá cerca de 2.000 millones.

Estos precios abusivos fueron realizados a partir de unas previsiones de visitas que se dieron por irrefutables, pero que fallaron estrepitosamente en el mes de julio, cuando la afluencia estimada era de cerca de 300.000 por día y sólo fue de 163.000. La huelga de los camioneros franceses, el inicio de los Juegos Olímpicos y la crisis en el sector turístico se apuntan como las culpables de la escasa afluencia. Ese mes y parte de agosto, coincidiendo con los Juegos Olímpicos, fueron los peores para la Expo. Las visitas eran inferiores a las previstas, los concesionarios anunciaron pérdidas alarmantes y en el ambiente flotaba una sensación de fracaso absoluto -en contraposición con el éxito de los Juegos- que no se correspondía con la realidad.

A falta del balance definitivo, la Expo habrá costado unos 225.000 millones de pesetas, de los que 125.000 corresponden a proyectos reutilizables. Se pretende que las entradas y los derechos comerciales aporten los 100.000 millones restantes, destinados a gastos corrientes.

"No hemos hecho la Expo para ganar dinero", afirmaron Emilio Cassinello y Jacinto Pellón, comisario y presidente ejecutivo de la Sociedad Estatal, respectivamente. Pellón presentará un balance provisional mañana miércoles, y a partir de entonces, otra sociedad estatal, denominada Cartuja 93, tomará el testigo. Sin esta condición, difícilmente tendría sentido haber organizado un proyecto como la Exposición Universal.

Tensiones con la ciudad por la falta de consenso

Las relaciones entre Sevilla y la Expo no han estado exentas de tensiones durante estos seis meses. La ausencia de un pacto entre las distintas administraciones, grupos municipales y partidos impidió preservar a la muestra de las disputas políticas.A esta falta de consenso hay que unir la inexistencia de un liderazgo claro que ejerciera de árbitro entre las instituciones.

El ejemplo más reciente de esta ausencia de acuerdo fue el fracaso de la celebración del día de la ciudad en la Expo, el 1 de octubre. Se pretendía que fuera un acto de homenaje y de reencuentro de la ciudad sede con la muestra, pero resultó un acto chusquero protagonizado por los abucheos que militantes socialistas dedicaron al alcalde sevillano, el andalucista Alejandro Rojas-Marcos.

La remodelación del organigrama de la Expo; tras la destitución de Olivencia como comisario, implicaba un mayor control del Gobierno en el proyecto, aunque esto sólo fue en teoría. Los directivos de la Sociedad Estatal se han quejado en privado de la escasa cobertura política e institucional que se ha prestado a la celebración y de la "soledad" con la que han afrontado una serie de decisiones que deberían haber defendido los representantes políticos y no los ejecutivos.El caso más representativo fue la suspensión de los pases de temporada siete días después de la inauguración. La anulación de la venta dejó a miles de sevillanos sin poder adquirir los abonos, oferta que se reveló como la más barata para visitar la isla de La Cartuja. La decisión fue aprobada en una reunión del consejo de administración sin ningún voto en contra de los representantes del Gobierno central, de la Junta de Andalucía y del Ayuntamiento.

Es más, el propio alcalde de Sevilla, en reuniones internas, consideró la medida como inevitable por cuanto la utilización intensiva de los pases podía haber puesto en peligro el funcionamiento correcto del recinto. El alcalde, sin embargo, intentó convocar una manifestación en contra de la Sociedad Estatal y de su presidente, Jacinto Pellón.

El hombre fuerte de la Expo ha sido, desde que llegó hace cuatro años a Sevilla, el centro de la mayoría de las críticas y de los elogios. La actitud de Pellón ha sido tachada por la oposición de despótica, prepotente y despreciativa para con la ciudad mientras desde la Junta se premió su labor concediéndole la medalla de oro de la comunidad. "Sin Pellón la Expo no hubiera sido posible", afirman sus amigos y hasta sus enemigos, aunque todos le reprochan sus bruscas maneras.

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