El eterno delfín

Las difíciles relaciones entre Jordi Pujol y Miquel Roca son tan antiguas como la historia de Convergencia. Roca ha sido el eterno delfín. El único que con Pujol puede jactarse de tener seguidores -los llamados roquistas- en Convergència. Nada de eso le ha permitido, sin embargo, acumular poder en el partido nacionalista. Ése es exclusivo de Pujol.En los dos últimos años, Roca se ha sentido injustamente presionado por Pujol para encabezar la candidatura convergente a la alcaldía de Barcelona en las pasadas elecciones municipales, desautorizado en algunos pactos con el Gobierno, incompre...

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Las difíciles relaciones entre Jordi Pujol y Miquel Roca son tan antiguas como la historia de Convergencia. Roca ha sido el eterno delfín. El único que con Pujol puede jactarse de tener seguidores -los llamados roquistas- en Convergència. Nada de eso le ha permitido, sin embargo, acumular poder en el partido nacionalista. Ése es exclusivo de Pujol.En los dos últimos años, Roca se ha sentido injustamente presionado por Pujol para encabezar la candidatura convergente a la alcaldía de Barcelona en las pasadas elecciones municipales, desautorizado en algunos pactos con el Gobierno, incomprendido en su política de acercamiento al PSOE para hacer prosperar en Madrid las tesis de CiU y rebajado en su cargo al no ser informado de los dos último cambios en el Gobierno catalán este mismo mes.

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Roca tan sólo notó el brazo protector de Pujol cuando éste se alineó a su lado -después de muchas dudas-, a principios de junio. Por aquellas fechas, Unió Democrática (UDC), socio de Convergència en CiU, planteó, la posibilidad de concurrir en solitario a las futuras municipales en las poblaciones en que no hubiera acuerdo con Convergència. Pujol apareció en aquella ocasión en clara sintonía con su secretario general y conminó a UDC a respetar el pacto de coalición con Convergència, vigente desde 1978.

Pujol tendió la mano a Roca y, quizás en busca de la reconciliación, reconoció públicamente sus méritos y manifestó que Convergència se había basado desde su fundación, en 1974, en la simbiosis entre Roca y él, "y así será en el futuro", dijo. Ya era demasiado tarde.

A todo ello se sumó un deseo nunca explícito, pero cada vez mayor por parte de Pujol, de tratar de recuperar las riendas del partido que le había cedido a Roca en el congreso de 1989. El entorno familiar del presidente de la Generalitat, algunos miembros del Gobierno autónomo y amistades personales de Pujol iniciaron el verano de 1990 las presiones para convencer a Pujol de que el partido se iba alejando de las posiciones políticas definidas en su fundación. El momento escogido por Pujol para reasumir la dirección de CDC cogió a Roca cavilando sobre si debía abandonar la política española y regresar a la catalana con el fin de dar desde dentro la batalla para ser conseller en cap (jefe de gobierno) en el gobierno que surgiera de las elecciones autonómicas de 1992. Pujol se cerró en banda a los que insinuaron esta posibilidad y sostuvo férreamente que el puesto de Roca estaba en Madrid.

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