El suplicio del plato único y los tortazos

Los policías que esta semana investigaban el secuestro del pequeño Xu se enfrentaban a un delito que nunca habían visto cometer a estas bandas de extorsionadores, que hasta ahora sólo intimidaban a sus compatriotas, nunca a españoles. "Un secuestrador español suele liberar a su presa tras cobrar. Sin embargo, no sabíamos cómo iban a reaccionar los chinos, no imaginábamos qué suerte podría correr el niño", explican.Mientras los policías hacían estas conjeturas, el pequeño Xu pasaba las horas en un piso de Getafe, atado a un butacón, según contaría después a los agentes. Uno de sus secuestradore...

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Los policías que esta semana investigaban el secuestro del pequeño Xu se enfrentaban a un delito que nunca habían visto cometer a estas bandas de extorsionadores, que hasta ahora sólo intimidaban a sus compatriotas, nunca a españoles. "Un secuestrador español suele liberar a su presa tras cobrar. Sin embargo, no sabíamos cómo iban a reaccionar los chinos, no imaginábamos qué suerte podría correr el niño", explican.Mientras los policías hacían estas conjeturas, el pequeño Xu pasaba las horas en un piso de Getafe, atado a un butacón, según contaría después a los agentes. Uno de sus secuestradores, Li So-Ming, considerado por la policía como un hombre "violento y peligroso", se cebó con el niño. "Si yo no duermo, tú tampoco", le advirtió. Y el pequeño no pudo pegar ojo, a veces también atado a la cama. Sólo le daban una comida al día -adelgazó tres kilos en una semana- y So Ming se encargaba, además, de servirle platos que al niño le repugnaban.

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Los guardianes del chaval no le produjeron lesiones visibles, "pero le soltaron, seguro, varios tortazos, era un maltrato sobre todo psíquico", comentaba el jefe de la Brigada de Policía Judicial.

En contra, los investigadores tenían el tenaz mutismo de los chinos a los que preguntaban. La escasa colaboración se evaporaba, además, cuando los agentes contestaban a una pregunta que preocupaba bastante a los chinos: "Y si les capturan, ¿cuánto tiempo van a tardar en cortarles la cabeza?". "Aquí no hay pena de muerte", le respondían.

Varios miembros de la banda de los siete fueron devueltos a China en mayo de este año por estar ilegalmente en España. Ingeniosamente, cuando el avión enfilaba su rumbo a Pekín y ya no llevaban vigilancia policial, se comieron las hojas de sus pasaportes. Cuando llegaron a China no tenían documentación y fueron devueltos otra vez. Y ahora se dedicaban a falsificar hasta el infinito las tarjetas de residencia, levantando el plástico del documento y escribiendo nuevas identidades en él.

Según la policía, este feliz desenlace abrirá la boca de los chinos extorsionados. "Se han sentido más amparados por nosotros", decía con orgullo un polineó ayer y dijo que otros compatriotas hablarán. Porque la sombra de la banda es alargada: al único detenido hubo que interrogarle con ayuda de un intérprete que nunca vio la cara a Xin Zhang. Cuenta un policía que el traductor, atemorizado, estaba en una habitación y el arrestado en otra, con la puerta entornada de por medio.

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