Tribuna:

Cormorán

Éste es el último verano. Comamos, bebamos. Durante los últimos años se viene oyendo lo mismo en la popa de los yates. Ésta es la última oportunidad de ser feliz. Cuando el sol declina comienza a cundir cierta clase de augurios en el corazón de los ricos mientras se fríen las parrilladas y tintinea el hielo dentro del whisky haciendo contrapunto con el campanilleo de las jarcias en los náuticos. Algo les dice que nunca más volverá a ser igual. Tal vez se trata de un problema de edad: los patrones envejecen con la nostalgia de viejos placeres que nunca regresan. Tal vez con tantas matanzas este...

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Éste es el último verano. Comamos, bebamos. Durante los últimos años se viene oyendo lo mismo en la popa de los yates. Ésta es la última oportunidad de ser feliz. Cuando el sol declina comienza a cundir cierta clase de augurios en el corazón de los ricos mientras se fríen las parrilladas y tintinea el hielo dentro del whisky haciendo contrapunto con el campanilleo de las jarcias en los náuticos. Algo les dice que nunca más volverá a ser igual. Tal vez se trata de un problema de edad: los patrones envejecen con la nostalgia de viejos placeres que nunca regresan. Tal vez con tantas matanzas este mundo se está haciendo irrespirable también para ellos. ¿Qué te apetece tomar? Vino blanco, media langosta y un poco de mala conciencia. Acaban de bombardear un funeral de niños en Sarajevo. Será por eso, aunque puede ser. también que la próxima ruina económica que anuncian todos los partes meteorológicos es el único viento que hincha las velas. Los que navegan por la línea sur del paraíso no cesan de recoger náufragos ahora: son miles de desesperados que intentan asaltarlo a nado. ¿Qué vas a beber? Ponme el fin del mundo en una copa con hielo picado, un poco de marrasquino y algunas lágrimas. No sólo son los sueños de los ricos los que engendran monstruos. La clase media de chiringuito está igualmente alerta por algo terrible que puede venir, aunque se consuela poniendo los pies a remojo en la playa: a la hora del almuerzo, la comida basura se mezcla con el propio sudor y la sangre del último telediario. Aquella vez fue un simple pájaro cubierto de petróleo, el cormorán impostor de la guerra del Golfo el que vino a hacer llorar a las amas de casa, pero en aquella ocasión el orden nuevo creaba muertos invisibles y los cubría con arena antes de matarlos para no alterar nuestra digestión. Este verano las matanzas y torturas dan la medida del ser humano, nos humillan hasta el autodesprecio y con esa humillación alternamos los placeres y los días. Éste será el último verano, como siempre se dice.

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