Tribuna:

Crematorio

Jubilados de Cantabria están recibiendo cartas con membrete de un ministerio extinguido, en la que les dicen que su vida ya no interesa y que constituyen una carga innecesaria a la Seguridad Social. Para solucionar el problema, les citan en el crematorio municipal, adonde deberán acudir provistos de leña seca o gasolina, con lo que se procederá a su inmediata cremación.Esta carta, obviamente apócrifa, es una de esas gamberradas que no caben en cabeza humana (excepto en cabeza humana gamberra), pero no se descarta que su autor sea precisamente un jubilado, cuya desesperación le ha inducido a ut...

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Jubilados de Cantabria están recibiendo cartas con membrete de un ministerio extinguido, en la que les dicen que su vida ya no interesa y que constituyen una carga innecesaria a la Seguridad Social. Para solucionar el problema, les citan en el crematorio municipal, adonde deberán acudir provistos de leña seca o gasolina, con lo que se procederá a su inmediata cremación.Esta carta, obviamente apócrifa, es una de esas gamberradas que no caben en cabeza humana (excepto en cabeza humana gamberra), pero no se descarta que su autor sea precisamente un jubilado, cuya desesperación le ha inducido a utilizar esta fórmula tremendista con el fin de sacudir la insensibilidad y la indiferencia de la sociedad civil ante los problemas de la jubilación.

El jubilado tiene la sensación de, que el mundo se le viene encima. La sociedad civil le margina, en clara demostración de que su vida ya no interesa, como advierte -y advierte bien- la carta gamberra. Sus ingresos quedan reducidos a una pensión insuficiente, y con frecuencia mísera. Por añadidura, se ve inmerso en una colectividad insolidaria y violenta, contra la que se siente indefenso. Y ha de oír la continua exaltación de los valores y los derechos de la juventud, sin contrapartida de los valores más altos y los derechos más ciertos de la vejez. Y, además, le machacan los achaques de la edad. Y, quizá, la angustia de la soledad o de la muerte.

Quemarse a lo bonzo no es solución, naturalmente, ni rezar lo que se sepa ni cogerla cada mañana de anís. La solución la tiene la sociedad civil, y consiste, ni más ni menos, en llevar a los jubilados en palmitas. No es tan dificil: con darles el cariño que se les escamotea, con invertir en su bienestar el dinero que se tira y con recuperar la buena educación que hubo alguna vez en este país, eso está hecho.

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