Editorial:

El 'Guernica'

EL TRASLADO del Guernica, de Picasso, al Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía ha generado una considerable polémica que viene bien al mortecino panorama cultural español, pero que ha aportado poco al centro del debate: la función y contenidos de un museo central de arte contemporáneo. Mover el cuadro más emblemático del siglo XX puede justificarse con razonamientos conceptuales, artísticos o políticos, de muchas maneras. Equivalentes al menos a las que argumentan quienes lo consideran un error. El hecho fundamental el que con el Guernica en el Reina Sofía, el museo entra aut...

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EL TRASLADO del Guernica, de Picasso, al Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía ha generado una considerable polémica que viene bien al mortecino panorama cultural español, pero que ha aportado poco al centro del debate: la función y contenidos de un museo central de arte contemporáneo. Mover el cuadro más emblemático del siglo XX puede justificarse con razonamientos conceptuales, artísticos o políticos, de muchas maneras. Equivalentes al menos a las que argumentan quienes lo consideran un error. El hecho fundamental el que con el Guernica en el Reina Sofía, el museo entra automáticamente en el circuito de los elegidos: aumentará su interés y, por ende, las visitas, los ingresos por venta de catálogos y estudios y todo lo que conlleva poseer una de las joyas del arte del siglo XX. Lo que no evita que dicho cuadro se incluya en un museo que cuenta, en general, con una colección de obras de segunda división. Lo que pudo ser la guinda que coronara la gran tarta del arte actual -una vez completada y mejorada la colección-, pasará a ser la única estrella indiscutible de un museo que, hasta la fecha, posee más lagunas que realidades y que anhelaba el cuadro de Picasso para sobrevaluarse de modo automático.El balance del Reina Sofía, en su corta existencia, es discutible desde el punto de vista de la inversión económica -más de 10.000 millones de pesetas en modelaciones y remodelaciones arquitectónicas- y paupérrimo en lo referente a la formación de una colección propia. Le falta coherencia y filosofía propia; no en vano ha tenido tantos directores. Con el Guernica justifica de golpe su existencia. Ahora sólo falta que se ratifique con una colección adecuada y con los medios necesarios.

Reconvertido el Reina Sofía; aprobada la ampliación del Prado con los edificios del actual Ministerio de Agricultura y del Museo del Ejército; reformado el Casón y utilizado el palacio de Velázquez en el Retiro; e inaugurada a partir del otoño la colección Thyssen (que debe quedarse para siempre), Madrid se convierte sin duda alguna en la capital mundial de la pintura. Ya no hay excusas para lograrlo.

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