Cartas al director

El tiempo de viajar

Salvo excepciones, que por la obviedad de sus objetivos se desmarcan del contenido de esta carta, vengo observando los catálogos de las agencias de viajes, incluso de aquellas que en su día fueron pioneras de lo que dio en llamarse turismo alternativo, una tendencia generalizada a recortar la duración de los viajes, que se perfila como inevitable tragedia para quienes valoramos, entre las pocas cosas que el mercado nos permite valorar, el factor tiempo a la hora de contratar un viaje.Parece claro que la mayoría de estas ofertas van dirigidas a un amplio sector social, cuya demanda, al margen d...

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Salvo excepciones, que por la obviedad de sus objetivos se desmarcan del contenido de esta carta, vengo observando los catálogos de las agencias de viajes, incluso de aquellas que en su día fueron pioneras de lo que dio en llamarse turismo alternativo, una tendencia generalizada a recortar la duración de los viajes, que se perfila como inevitable tragedia para quienes valoramos, entre las pocas cosas que el mercado nos permite valorar, el factor tiempo a la hora de contratar un viaje.Parece claro que la mayoría de estas ofertas van dirigidas a un amplio sector social, cuya demanda, al margen del poder adquisitivo, nace estrechamente limitada por la rigidez de un mercado de trabajo que subyace postrado sobre el altar sagrado de la familia y sus componentes socioeconómicos, y exige gran profusión de prestaciones para cortos periodos de tiempo. Como consecuencia de estas tendencias y condicionantes, el diseño de los itinerarios se establece en base a criterios tópicos, donde, entre otros aspectos, prevalece la cantidad sobre la densidad, originándose verdadero uso y abuso del avión. En definitiva, aparte de encarecerse, el viaje pierde toda belleza para convertirse en un esperpéntico simulacro.

Es posible que la existencia humana se haya convertido en un puro negocio, donde todos tenemos derecho a participar. Precisamente por ello, los directores de agencias deberían dejar su cómoda actitud y esforzarse por buscar nuevas alternativas dirigidas a captar inversores que, al margen de responsabilidades ejecutivas, obsesiones sindicales por el IPC o satisfacción de cuotas de tiempo vacacional a la familia, disponen de más días de lo habitual para viajar, preferentemente en época veraniega. ¿Millonarios? No, sólo personas que, entre otras cosas, no pretenden abarcar el planeta en siete días ni aspiran a lujos innecesarios, únicamente rentabilizar al máximo sus ahorros en lo que consideran la mejor inversión: el tiempo de viajar.- Juan González Gómez.

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