ELECCIONES EN EUROPA

El dilema de Escocia

Autonomía o independencia son las opciones ante los comicios del 9 de abril

Las elecciones británicas del 9 de abril marcarán un giro en la historia de Escocia y del Reino Unido. Tres de cada cuatro escoceses rechazan el Estado unitario creado en 1707, y la campaña electoral gira casi exclusivamente en torno a cómo debe ser Escocia a partir de ahora. ¿Un país autónomo dentro del Reino Unido, como dicen laboristas y liberal-demócratas? ¿Un Estado independiente, como pide el Partido Nacional? El debate es extrañamente pacífico, si se tiene en cuenta lo que está en juego.

Nadie es capaz de predecir los acontecimientos posteriores al 9 de abril. Si los laboristas o...

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Las elecciones británicas del 9 de abril marcarán un giro en la historia de Escocia y del Reino Unido. Tres de cada cuatro escoceses rechazan el Estado unitario creado en 1707, y la campaña electoral gira casi exclusivamente en torno a cómo debe ser Escocia a partir de ahora. ¿Un país autónomo dentro del Reino Unido, como dicen laboristas y liberal-demócratas? ¿Un Estado independiente, como pide el Partido Nacional? El debate es extrañamente pacífico, si se tiene en cuenta lo que está en juego.

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Nadie es capaz de predecir los acontecimientos posteriores al 9 de abril. Si los laboristas obtuvieran la mayoría en Westminster, iniciarían una reforma constitucional para conceder, desde Londres, parlamentos autónomos a Escocia y Gales. Eso está muy claro en su programa. Pero no está tan claro cómo encajarían esos parlamentos con el de Westminster, que representa a toda la Unión. A los ingleses, y a casi todo el mundo, les resultaría difícil entender que los escoceses funcionaran por su cuenta, pero a la vez mantuvieran su representación en Londres; Escocia, en ese caso, no sólo podría decidir libremente su futuro, sino que intervendría también en el de la vecina Inglaterra."Se trata de una reforma constitucional compleja, que habría que perfilar a lo largo de la legislatura", señala un portavoz del Partido Laborista. Hay quien sugiere que se podría crear paralelamente un Parlamento inglés y hacer de Westminster una especie de Parlamento federal, pero esa hipótesis resulta más indigerible para Inglaterra que la pura y simple independencia de Escocia. El tema de la doble representación escocesa sería "un mal menor", admiten los laboristas. El mal mayor sería la ruptura.

En caso de que la mayoría en Westminster fuera conservadora, el proceso se complicaría aún más. Los conservadores son el único partido unionista y, en Escocia, están protagonizando una campana numantina en contra de la autonomía y de la independencia. Según ellos, un Parlamento autónomo sería simplemente el primer paso hacia la separación total. Y recuerdan el precedente del Parlamento autónomo de Dublín, que precedió a la cruenta creación de la República de Irlanda en 1921.

Por otra parte, John Major debería ser un auténtico mago -que no lo es- para resistir la presión autonomista escocesa. El fracaso electoral laborista de 1979 fue debido, en buena parte, a que el Gobierno de James Callaghan se negó a conceder un Parlamento para Escocia. En el referéndum de ese mismo año habían vencido los autonomistas, pero sin la mayoría suficiente. Algunos conservadores escoceses confiesan, sotto voce, que la reforma "es inevitable" y apuntan la conveniencia de un Parlamento en Edimburgo "con poderes limitados, especialmente en el campo fiscal". Si no se toma la iniciativa, dicen, el independentismo se hará inevitable. Es otra vez la teoría del mal menor.

Los partidarios del supuesto mal mayor están eufóricos. El presidente del Partido Nacional (SNP), Alex Salmond, y su vicepresidente, Jim Sillars, han lanzado la bravata de que la cumbre comunitaria con la que terminará la presidencia británica de la Comunidad Europea, al final del segundo semestre de este año, se celebrará en Edimburgo "con Inglaterra y Escocia como anfitriones, como dos países miembros, y no uno".

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Afiliado 007

Los anuncios televisivos del SNP, narrados por el actor Sean Connery (que tiene el carné del partido número 007), han logrado un enorme impacto. Y cuentan con el inesperado apoyo del diario sensacionalista The Sun, propiedad del magnate conservador Rupert Murdoch, cuya edición escocesa se declaró hace tres meses partidaria de la independencia con una espectacular portada: la bandera de las aspas blancas sobre fondo azul y, superpuesto, el titular Una nación se levanta.

Desde entonces, bajo la cabecera figura el lema "Luchando por la independencia". El periódico niega que se trate de una decisión puramente comercial. "Creemos sinceramente que es lo mejor para el país", dicen.

Pero un amplio sector de ese 37% del electorado que se declara independentista en las últimas encuestas parece decantarse por el voto útil, el laborista. Si Neil Kinnock es primer ministro en Londres, razonan esos votantes, todo el proceso será más sencillo. "Yo quiero la independencia y por eso votaré a Mike Watson, el candidato laborista", anuncia Mary, una mujer de mediana edad que regenta un estanco en Glasgow. La circunscripción de Glasgow Central se la disputan el laborista Watson y la joven nacionalista Brenda O'Hara, y ambos centran su campaña -casa por casa, como en todas las demás circunscripciones- en el independentismo.

Varios candidatos laboristas dan a entender que serán ellos quienes consigan la independencia, aunque tal cosa no figure en su programa, y algunos la prometen sin matices con la aparente aquiescencia de la dirección de Londres. Los conservadores estimulan el enfrentamiento entre el Partido Laborista y el SNP, e incluso hacen guiños de complicidad a este último, conscientes de que la división del voto de izquierdas puede dar la victoria al candidato conservador en cinco o seis circunscripciones y suavizar el anunciado desastre tory en Escocia.

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