Tribuna:

Mitología y razón

"Lo único que me produce placer es ver cómo suben mis dividendos". La reflexión, atribuida a John D. Rockefeller, a Howard Hooks y al mismo W. Randolf Hearst, encontró su confortable síntesis cuando fue pronunciada por Orson Wells en Ciudadano Kane, la ficción magistral que resume la esencia misma de los grandes emporios. Muchos han intentado sin éxito el mismo discurso, ya que, a la postre, la comprensión de los negocios no es exclusiva de los magos de las finanzas. Estos últimos simplemente deciden, como lo demostró ayer la inversión institucional al entrar en los segmentos de mayor l...

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"Lo único que me produce placer es ver cómo suben mis dividendos". La reflexión, atribuida a John D. Rockefeller, a Howard Hooks y al mismo W. Randolf Hearst, encontró su confortable síntesis cuando fue pronunciada por Orson Wells en Ciudadano Kane, la ficción magistral que resume la esencia misma de los grandes emporios. Muchos han intentado sin éxito el mismo discurso, ya que, a la postre, la comprensión de los negocios no es exclusiva de los magos de las finanzas. Estos últimos simplemente deciden, como lo demostró ayer la inversión institucional al entrar en los segmentos de mayor liquidez. Todo el mundo sucumbe ante el placentero murmullo de las plusvalías, también los ilustres desarraigados. London soñaba en millones frente a los cayos de Florida, y Melville, sobre la cubierta de un ballenero, anhelaba que sus acciones entraran en la burbuja de los mares del Sur. En las crónicas turísticas de Wall Street abundan las citas naïf de Mark Twain, mientras en el Life de Londres o en el Matif de París se venden camisetas como las del Fisherman, con citas en el dorso. En el mundo de los mercados, mitología y razón alcanzan una convivencia casi procaz.

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