Dos encapuchados tirotean a un toxicómano de 23 años y a su padre

Un pensionista de 52 años y su hijo toxicómano recibieron cuatro balazos la noche del domingo, en la que dos encapuchados llamaron a la puerta de su casa en la carretera del Valdemingómez. La familia asegura que es un simple atraco. La policía tiene sus dudas y apunta un ajuste de cuentas. "Hay mejores casas por aquí para venir a robar", comentaba un agente. Los asaltantes salieron huyendo a perdigonazos.

El timbrazo sonó a las once y media de la noche. Miguel Ángel Ríos, de 23 años, era el único en la casita baja que veía la tele. El padre, José Ríos, y la madre, Antonia Sán...

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Un pensionista de 52 años y su hijo toxicómano recibieron cuatro balazos la noche del domingo, en la que dos encapuchados llamaron a la puerta de su casa en la carretera del Valdemingómez. La familia asegura que es un simple atraco. La policía tiene sus dudas y apunta un ajuste de cuentas. "Hay mejores casas por aquí para venir a robar", comentaba un agente. Los asaltantes salieron huyendo a perdigonazos.

El timbrazo sonó a las once y media de la noche. Miguel Ángel Ríos, de 23 años, era el único en la casita baja que veía la tele. El padre, José Ríos, y la madre, Antonia Sánchez, estaban ya en la cama. También su hermano José Antonio, de 14 años. "Papá, si es la María Reyes [por la hermana] abro", gritó el joven. Cuando el chico abrió la puerta, dos hombres bajos, con la cara oculta por una media negra, se le echaron encima, según contaba el padre. Uno le encañonó con un revólver en la cabeza. El otro le puso una navaja en el costado. Después sonaron dos disparos sin mediar palabra.El matrimonio se encontró al hijo en el suelo, ya con un par de tiros en la cabeza, y la mujer se echó encima de uno de los hombres -"bajos, como yo, un metro sesenta y muy morenos", decía ayer José- para quitarle la media. La mujer fue encañonada: "Retírate, que te mato". Su marido intentó reducir al que llevaba la navaja y su compañero le propinó unos cuantos culatazos en la cabeza. "No nos pegués, que yo padezco del corazón". "¿Dónde está el dinero?", le dijeron.

Más tiros

Los encapuchados les hicieron pasar al dormitorio del matrimonio y el dueño de la casa abrió el armario. "Mi hijo José Antonio estaba escondido dentro y me cargó la escopeta de perdigones. Al abrir el armario me la alcanzó". El que empuñaba el revólver disparó tres veces. Dos balas hirieron a José en el antebrazo. De todas formas, el hombre disparó a duras penas. Los hombres huyeron y se apostaron en una esquina. Intercambio de disparos. José alcanzó a uno de ellos en la cabeza. Aún se podían ver ayer restos de pelos clavados en la pared, junto a los perdigones. Luego salieron los dos a rastras y el dueño de la casa, sangrando, detrás. El hombre les despidió con un par de tiros al aire.

Miguel Ángel fue operado ayer en el hospital Gregorio Marañón. "Nos han dicho que a lo mejor 'se queda ciego o deja de mover un brazo", comentaba la madre, afectada por el síndrome tóxico. El padre, atendido en el mismo hospital, señalaba con el brazo vendado las gotas de sangre en el umbral de la casa. Una vivienda con terreno, que se está construyendo él mismo, y donde viven desde hace un año, bastante bien equipada como para pertenecer a un antiguo albañil con siete hijos.

Entre ellos, una oveja negra, Miguel Ángel, enganchado a la heroína desde hace cinco años y condenado hace años a siete meses de cárcel por robo. Sobre este tema discutía ayer uno de los dos agentes del Grupo V de Homicidios de la Brigada de Policía Judicial que investigaba el caso. "Su hijo podía conocer gente en la UVA de Vallecas [adonde iba a comprar droga]". "Sólo iba una vez a la semana y yo le pagaba la heroína", respondía el padre. Toda la familia estaba quejosa con la policía: "Esto es sólo un atraco".

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