Tribuna:

El lujo destructor

Los recortes de 1991 en los cambios de las constructoras han dejado una senda muy clara por la que recuperan posiciones los valores más líquidos del sector. El segundo semestre de 1991 expresó el fin de los contratos olímpicos y de las obras de la Expo, y el buen momento actual despliega un prometedor 1993 apoyado en los informes de la patronal del sector (Seopan). En Bolsa sólo aguantan ya los sectores menos intensivos industrialmente (requieren menor inversión) y de rápida acumulación."El espíritu de la economía en una nación tiende a incrementar sin cesar el volumen de sus capitales; el luj...

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Los recortes de 1991 en los cambios de las constructoras han dejado una senda muy clara por la que recuperan posiciones los valores más líquidos del sector. El segundo semestre de 1991 expresó el fin de los contratos olímpicos y de las obras de la Expo, y el buen momento actual despliega un prometedor 1993 apoyado en los informes de la patronal del sector (Seopan). En Bolsa sólo aguantan ya los sectores menos intensivos industrialmente (requieren menor inversión) y de rápida acumulación."El espíritu de la economía en una nación tiende a incrementar sin cesar el volumen de sus capitales; el lujo tiende sin cesar a destruirlos", escribió Turgot en el siglo XVIII, convencido de que la acumulación tenía su origen en la abstinencia y el ahorro. Más de doscientos años después, el desarrollo de las bolsas de comercio y el colosal despliegue de mercados derivados que les sirven de cobertura no han conseguido mitigar la volatilidad de ciertas inversiones. Los fisiócratas franceses no llegaron a calibrar la importancia futura de la llamada economía financiera, aunque su asilvestrada desconfianza ha servido de contrapeso para frenar la temeraria voracidad de los especuladores sin alma.

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