Los 'empresarios' del IVA

Un mundo de chantajes y amenazas convivía con los propietarios de las empresas falsas

Las afirmaciones de José Manuel Vilalta ante el juez Moreiras en la Audiencia Nacional reflejan un mundo de gánsteres: "Uno de ellos abrió la puerta del coche y me metió un revólver, después me hizo bajar y me cacheó, por si existía una grabadora", declara Vilalta. Tampoco otros implicados se quedan atrás. José Antonio Cardás llega a afirmar que le ataron con cadenas y le amenazaron con una jeringuilla, una inyección que le dormiría dos o tres días; antes ya le habían amenazado de muerte y con el secuestro de su hija. Javier Acacio, el hombre acusado por Cardós, contesta que él sólo había dado...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

Las afirmaciones de José Manuel Vilalta ante el juez Moreiras en la Audiencia Nacional reflejan un mundo de gánsteres: "Uno de ellos abrió la puerta del coche y me metió un revólver, después me hizo bajar y me cacheó, por si existía una grabadora", declara Vilalta. Tampoco otros implicados se quedan atrás. José Antonio Cardás llega a afirmar que le ataron con cadenas y le amenazaron con una jeringuilla, una inyección que le dormiría dos o tres días; antes ya le habían amenazado de muerte y con el secuestro de su hija. Javier Acacio, el hombre acusado por Cardós, contesta que él sólo había dado una directriz: conseguir el pago de cinco millones de pesetas que le debía Cardós y que le coaccionaran de alguna manera.

Las declaraciones ante el juez de varios de los personajes presuntamente implicados en la red del fraude del IVA (ver gráfico) pone al descubierto que la delación, el miedo, el chantaje y las amenazas de muerte fueron aparentemente moneda frecuente entre ellos, y que este motivo aceleró la descomposición de la empresa y permitió al juzgado de delitos económicos de la Audiencia Nacional profundizar en los nombres y en la vida de la red.Las causas que llevan a esta situación no están todavía claras, pero uno de los hombres de esta red, José Manuel Vilalta Arnau, parece estar en el nudo de esta descomposición. Sobre él recaen las sospechas de otro de los detenidos, Carlos De Juan Villa, quien cree que fue Vilalta el hombre que denunció los hechos a la policía y el causante de las primeras investigaciones. También Salvador Marín califica las actuaciones de Vilalta de indignas, y añade que este hombre sometió a Miguel Escudero y a sus empresas a "enormes extorsiones". Después vendría el miedo y la declaración voluntaria de José Antonio Cardós Pastor denunciando ante el fiscal otro chantaje con amenazas de secuestro, declaración que aceleraría la investigación y las detenciones.

La incorporación de José Manuel Vilalta se produce en mayo de 1988. La buena marcha del negocio parece impulsar a los socios de la empresa a dar entrada a nuevos personajes. Esta incorporación será uno de los elementos que compliquen las relaciones del grupo, según se desprende de distintos testimonios. Una relación que terminaría con amenazas de muerte sobre De Juan Villa y la expulsión de Vilalta a México.

[Juan Carlos Vilalta hizo su primera aparición en la prensa durante un juicio en relación con la desaparición de Santiago Corrella, El Nani. En esa ocasión, Vilalta declaró que había visto a El Nani vivo en México. El testimonio fue desechado. Su abogado defensor, Eduardo Alarcón, declaró en el juicio que Vilalta le

había dicho que le pusiese en contacto con un abogado defendor de los policías acusados en la desaparición para informarle de que podía. obtener certificaciones falsas de la Procuradoría mexicana que probaran que El Nani estaba vivo].

El experto

El motivo de esta incorporación, según el testimonio de Vilalta, es crear un grupo inmobiliario para la compra de fincas y la necesidad de contar con un experto como él. Durante varios meses sólo vieron terrenos muy caros o situados en zonas verdes. Fueron tiempos de cierta tranquilidad en sus relaciones con el grupo. Sin embargo, esta situación termina tras el anuncio de Salvador Marín de que pronto se llevaría a cabo una operación importante através de Ardisa, la inmobiliaria de la que Vilalta es apoderado, en terrenos de la Expo 92. Una operación que finalmente se pospone. Pero su declaración refleja que este hecho no le gusta y que decide colocar un espía en las oficinas de De Juan. Este confidente le anuncia, dice Vilalta, que allí se hacen "montones de facturas% y que se llevan en sobres a Miguel Escudero, a sus oficinas de la calle del Conde de Aranda, 1. Casi todas, de empresas de Valencia o Málaga y de Cemsa (Consorcio Eléctrico Madrileño, una de las empresas intermediarias en las compras de Renfe).

Con esta información, Vilalta pide explicaciones a De Juan, quien reconoce, según él, que el grupo se dedica a las facturas falsas, pero que las operaciones inmobiliarias son legales. Tres o cuatro días después se lleva a cabo la firma aplazada en Sevilla. Pero él no cobra, su pago se aplaza.

Ya en Madrid, Vilalta se enfrenta a Marín y tienen "la de san Quintín". Así obtiene 13 millones de pesetas, que le ingresan en una cuenta de una sucursal de Banesto, la misma en la que estaba la cuenta de Cemsa.

Pero ahí no acaban los enfrentamientos. Poco después las amenazas de Vilalta se vuelven contra De Juan, le amenaza de muerte -añade que no pensaba matarle de verdad- y le presiona con la denuncia de la cuenta de Banesto. Desde ese momento, De Juan, según el testimonio de Vilalta, se rodea de guardaespaldas. Los enfrentamientos y las amenazas de muerte también aparecen en los testimonios de De Juan Villa y de Marín. Este último afirma que los chantajes "por parte de este individuo costaron mucho dinero al señor Escudero", y que éste siempre consideró preferible "cualquier arreglo" a la denuncia.

Vilalta afirma que poco después De Juan le propone la compra de todas sus empresas por 40 millones, con los cuales debería indemnizar a sus empleados. A él le quedarían 24 millones limpios. En el testimonio de Marín se afirma, sin embargo, que fue un despido "por sus indignas actuaciones".

Pistolas y dinero

A partir de aquí la historia de Vilalta adquiere tintes de cine negro. La cita para cerrar el acuerdo ocurre en la venta Cruz Verde (carretera de El Escorial a Ávila). Vilalta acude con un familar. Pero las personas que les reciben, continúa el relato, son "agentes de seguridad de De Juan". Uno de ellos abre la puerta del coche, le encañona con un revólver y le enseña una placa de "policía del Cuerpo Superior" (sic), le hace bajar y le cachea "por si tiene una grabadora". Luego le dicen que deben contar el dinero discretamente y le piden que pase a otro coche. Van por la carretera de Zarzalejos hasta una finca y allí alguien abre el maletero del coche y saca un portafolíos lleno de billetes y cheques en blanco. Le proponen un acuerdo: él parte para México y ellos le pagan en el aeropuerto. El acuerdo incluye los pasajes. Vilalta añade en este punto que una amenaza de muerte le lleva a aceptar el trato. Al día siguiente salió para México.

Desde allí Vilalta reitera las amenazas contra el grupo. Amenazas que aparecen registradas en unos telegramas, aportados al sumario, y que son aparentemente suyos.

En cualquier caso, las relaciones de Vilalta con el grupo no terminan aquí. Por razones no aclaradas, Vilalta vuelve a Madríd y se encuentra con De Juan Villa. Aquí es donde, según su testimonio, De Juan le habla de una operación de Renfe, y, quizá como explicación, justificación o simplemente como coacción a Vilalta, le dicen que una parte importante de este dinero es para financiar a los partidos políticos.

Jeringullas y cadenas

A las declaraciones de José Antonio Cardós Pastor se atribuye uno de los grandes saltos en el desenredo de la trama de las empresas falsas del IVA (véase EL PAÍS de ayer) y su relación con empresas intermediarias en la compra de terrenos por Equidesa, filial de Renfe, en San Sebastián de los Reyes.El historial profesional de Cardós Pastor, todavía encarcelado, es bien conocido por la policía y en los juzgados. Ha sido condenado a 18 meses por estafa y falsedad en documento público y tiene otras tres condenas por entrega de cheques en descubierto.

Según su testimonio de esta operación, su declaración voluntaria ante el fiscal y el juez se produce por la fuerte presión que está recibiendo desde "distintos frentes", con amenazas de muerte para él y su familia, y entrega al fiscal 18 folios, escritos a mano, en que aparecen las empresas que él considera defraudadoras y 47 impresos en blanco de las mismas.

Su relación con el grupo se establece a través de Carlos de Juan Villa, en el año 1989. Aunque las relaciones entre los dos hombres son anteriores. Ambos, socios de Consorcio Eléctrico Madrileflo, empresa intermediaria en las compras de Renfe y ABC Empresarios, empresa que elabora junto a Syop, a petición de Pinedo, informes para Renfe y por los que cobran más de 50 millones de pesetas, comparten también un sumario por estafa, por el que fueron procesados en febrero de 1988.

Cardós Pastor explica al fiscal que él y su familia están sometidos a chantaje desde el asalto de sus oficinas por tres personas conocidas que se llevan la totalidad de los duplicados de las operaciones en las que ha intervenido en la red de empresas con actividades ficticias.

Según su relato, Javier Acacio de la Fuente, un socio de Cardós en otros proyectos, le anuncia después del asalto que tiene en su poder la documentación y le exige cinco millones de pesetas por devolvérsela. Cuando Cardés comunica que no puede pagar este dinero se inician las amenazas sobre él y su familia. Las sospechas de Cardós se abaten sobre De Juan. Piensa que éste puede tener alguna relación con los que le están chantajeando.

Las amenazas llegan a la advertencia de muerte y la posibilidad del secuestro de su hija. Por esta causa, relata, acepta un encuentro en un hotel de la calle de Velázquez, en Madrid. Cardés no llega a entrar, en la puerta se encuentran dos individuos que le llevan contra su voluntad a ver a Javier Acacio, en una oficina en la calle de Núñez de Balboa, 97 o 99. Allí le atan con cadenas a un sillón y le amenazan con una jeringuilla. Una inyección que, según le explican los secuestradores, le doriniría dos o tres días. La intervención de un tercero, señala Cardós, impide los hechos y consigue su libertad. Pero las amenazas y las presiones continúan. Cardós afirma que no pudo conseguir dinero ni nadie que se lo dejara. La solución final es esta declaración. Las detenciones a partir de aquí se acentúan. El chantaje sobre Cardós es confirmado por la policía que interviene sus teléfonos.

Javier Acacio

Javier Acacio, acusado de chantaje por Carlos Cardós, es detenido y no niega ante el juez que ha tenido en su poder la documentación a la que hace referencia Cardós. Pero son otras las explicaciones.

Acacio relata que la documentación sólo fue trasladada a sus oficinas de la calle de Núñez de Balboa, pero que ignora el contenido. Acacio cuenta que sólo quiere cobrar las deudas que mantiene Cardós con él, y con los empleados de una empresa. Luego autoriza a un amigo, de nombre José, para que negocie con Cardós.

Acacio no niega que en los encuentros de José con Cardés, aquél iba acompañado de más gente, aunque afinna que no sabe qué pasaba en los encuentros. Él sólo había dado una directriz. Conseguir la deuda de cinco millones de pesetas y que, si hacía falta, le coaccionaran de alguna manera.

Archivado En