Tribuna:

'Zapping'

El zapping es una perversión sexuada. Quiero decir que quienes sufren este vicio feísimo, este placer solitario y manual de estar dale que dale con el mando a distancia, son, en su inmensa mayoría, los televidentes masculinos, mientras que las mujeres nos desesperamos ante el vertiginoso baile de cadenas.Cuesta creer que tan clara diferencia por sexos frente al tema se deba puramente al azar: algo habrá en el zapping que atraiga a unos y nos jeringue a otras. Quizá influya el ancestral afán aventurero: durante muchos siglos han sido los hombres quienes descubrían y.viajaban, mien...

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El zapping es una perversión sexuada. Quiero decir que quienes sufren este vicio feísimo, este placer solitario y manual de estar dale que dale con el mando a distancia, son, en su inmensa mayoría, los televidentes masculinos, mientras que las mujeres nos desesperamos ante el vertiginoso baile de cadenas.Cuesta creer que tan clara diferencia por sexos frente al tema se deba puramente al azar: algo habrá en el zapping que atraiga a unos y nos jeringue a otras. Quizá influya el ancestral afán aventurero: durante muchos siglos han sido los hombres quienes descubrían y.viajaban, mientras que las mujeres nos quedábamos en casa. De igual manera, ahora las hembras podríamos estarnos quedando dentro de las paredes de un solo programa, mientras que los varones andarían explorando qué es lo que hay más allá, en las otras cadenas.

Claro que poca aventura hay en pasar siete veces seguidas por El precio justo, por poner un ejemplo. Así es que quizá sea otra cosa. Puede que las mujeres poseamos una mayor capacidad de elección y de concentración: que nos sea más fácil escoger un tema e interesarnos en seguirlo, mientras que a lo mejor los hombres prefieren una mirada vasta y superficial, un pasar de puntillas por las cosas. En general a los varones siempre les cuesta mucho decidirse: como los niños, no soportan tener que renunciar a nada.

Pero puede que las cosas sean más sencillas que todo eso. Puede que simplemente se trate de una pertinaz tendencia por parte de los hombres a asumir el mando, incluyendo, claro está, el mando a distancia. Se adueñan del aparato, aprietan con aviesa fruición un botón tras otro, y, hala, ya tienen a toda la familia sometida a su voluntad y a sus designios. Habrá que quitarle las pilas al maldito mando. Resistencia pasiva y sabotaje.

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