El ultimátum fue desoído en el Rancho

Los yonquis que intentan llegar al poblado chabolista de La Celsa, en Entrevías, lo tienen difícil. Un despliegue policial impedía ayer a los forasteros acercarse. La situación era parecida en Pies Negros, donde, sin embargo, algunos toxicómanos, los menos, conseguían su dosis. En el Rancho del Cordobés, donde el ultimátum de los patriarcas venció el domingo, el tráfico de papelinas se interrumpió ayer por la mañana con la llegada de los hombres de respeto gitanos. Pero al mediodía, algunos toxicómanos se inyectaban heroína en los alrededores.

A la entrada del barrio de La Celsa, po...

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Los yonquis que intentan llegar al poblado chabolista de La Celsa, en Entrevías, lo tienen difícil. Un despliegue policial impedía ayer a los forasteros acercarse. La situación era parecida en Pies Negros, donde, sin embargo, algunos toxicómanos, los menos, conseguían su dosis. En el Rancho del Cordobés, donde el ultimátum de los patriarcas venció el domingo, el tráfico de papelinas se interrumpió ayer por la mañana con la llegada de los hombres de respeto gitanos. Pero al mediodía, algunos toxicómanos se inyectaban heroína en los alrededores.

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A la entrada del barrio de La Celsa, policías a caballo interceptaban ayer a las personas que intentaban acercarse a las chabolas desde el Pozo del Tío Raimundo. Algunos toxicómanos llegaban en coche, bajaban y, para su sorpresa, eran expulsados por los vecinos de esta barriada que antes les suministraban droga sin problemas. Un yonqui mostraba su estupor: "¡Pero si a mí me vendieron aquí este fin de semana!". Otros se da dan la vuelta en cuanto veían los coches de la policía. Junto a las últimas viviendas del Pozo, dos yonquís se quejaban de "lodifícil que está pillar desde hace días". También en Entrevías, en la barriada de Pies Negros, el control policial dificultaba el acceso desde la calle de Avelino Fernández de la Poza. El tío Basilio, uno de los patriarcas, patrullaba por las chabolas con su vara de mando en ristre. Por los alrededores se veía algún pequeño grupo de heroinómanos. "Sí vienen es porque pueden comprar, y eso quiere decir que hay gitanos que no están haciendo caso a nuestras palabras", comentaba indignado Basilio.El trasiego era mucho mayor en el Rancho del Cordobés. Este fue el único poblado visitado por los patriarcas. El tío Casiano y los demás aseguraron que los gitanos de este barrio también se habían comprometido a no vender droga. Al mediodía, una treintena de yonquis permanecían apostados junto a las primeras infraviviendas.

Una pareja aseguraba llevar desde las diez de la mañana en los alrededores del Rancho "sin poder pillar". Otros salían de vacío comentando que "no hay nada de droga en todo Madrid". Pero a escasos metros, dos toxicómanos se inyectaban una dosis. En una construcción cercana los trabajadores reconocían que ayer se veían menos yonquis pinchándose. "Pero también los ha habido, sobre todo hacia las nueve de la mañana". Por la tarde, los cerca de 20 patriarcas que han estado patrullando desde hace una semana por los poblados chabolistas gitanos se reunieron en las viviendas modulares de la avenida de Guadalajara.

Todos se mostraban satisfechos por la respuesta de sus convecinos. "Hemos dicho que no se vende, y no se vende", comentaba el tío Casiano, de Entrevías. Amalio, también de Entrevías, apostillaba: "Pero ahora tienen que responder las autoridades y darnos vivienda y licencias de venta ambulante".

En el ambiente surgía cada dos por tres el problema de la vivienda. "Queremos ir a pisos junto a los payos, no a reservas indias", comentaban los portavoces jaleados por sus vecinos. "Se están llevando a los payos a viviendas decentes, y aquí nos traen a otros gitanos de La Celsa y de otros barrios", exclamaban varias mujeres.

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Los patriarcas manifestaban su intención de ser recibidos por el alcalde. "Ya hemos mostrado nuestra buena disposición, pero si no nos conceden licencias de venta ambulante volverá a venderse droga", aseguraba el tío Casiano. Este hombre de respeto anunció ayer su intención de irse a Sevilla, donde vive parte de su familia. "Siusted se va, nos quedamos sin energía", le recriminó Amalio. "Pero esto ya no hay quien lo pare", replicó Casiano, "estamos unidos, y si alguno tiene un problema en su zona no tiene más que avisar al resto".

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