Tribuna:

La azada

El único sonido es un golpe de azada que llega del jardín contiguo, al otro lado de la barda de cipreses. Nunca he visto el rostro de este vecino, del cual se cuentan algunas historias raras, de esas que excitan las sobremesas nocturnas. Creo que este individuo quema la basura todas las mañanas y luego cava un hoyo para enterrar las cenizas. No huele a carne chamuscada, pero el juego del último verano ha sido imaginar a qué clase de cadáver estaría dando sepultura cuando comenzaba a sonar la herramienta. Se dice que es un nazi holandés o un suizo solitario que ha matado a su mujer o un anciano...

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El único sonido es un golpe de azada que llega del jardín contiguo, al otro lado de la barda de cipreses. Nunca he visto el rostro de este vecino, del cual se cuentan algunas historias raras, de esas que excitan las sobremesas nocturnas. Creo que este individuo quema la basura todas las mañanas y luego cava un hoyo para enterrar las cenizas. No huele a carne chamuscada, pero el juego del último verano ha sido imaginar a qué clase de cadáver estaría dando sepultura cuando comenzaba a sonar la herramienta. Se dice que es un nazi holandés o un suizo solitario que ha matado a su mujer o un anciano francés que ejerció el oficio de verdugo con gran maestría en una de las Guyanas. De este vecino se cuentan muchas historias, si bien nadie conoce su edad aproximada ni su nombre. Alguien que lo vislumbró a través de la cerca me dijo que es un viejo muy enjuto, con el pelo de rata, aunque dentro de su ruina parece conservar la elegancia de un esqueleto casi transparente, puesto que va desnudo. También puede ser un científico candoroso que ahora cultiva con amor los geranios, o un tipo vulgar sin historia, o un poeta sonrosado que ha despertado finos sentimientos en algún país lejos de aquí. Cualquier día vendrá a degollarme o a ofrecerme perejil de su huerta. Ahora que estoy solo en casa dentro de un gran silencio para mí este hombre es toda la humanidad y a ella me siento unido con el golpe de su azada, que tal vez excava mi fosa o prepara la tierra para los rosales. Hay un largo trayecto desde las estrellas hasta el cajón del aparador donde guardo el pan de centeno. Así es de largo y desconocido el camino que atraviesa también el corazón de todos los mortales haciéndolos un ser unívoco. Tengo que amar a mi vecino por el simple hecho de que carece de rostro y así nadie me podrá acusar de ser independiente, ya que la solidaridad sólo es una forma de reconocerse a oscuras mediante plegarlas y gritos comunes. ¿Existe lengua más antigua que el sonido de la azada cuando va abriendo una sepultura?

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