'La siesta del fauno'

El ambiente en la Bolsa barcelonesa cambia en verano. Desaparecen de pronto el tecleo de los ordenadores, el gorjeo de los teléfonos y los gritos -destemplados a veces por los nervios- de compra o venta de valores. Los sustituye una relajación insólita, que en términos sonoros podría traducirse en un lánguido lamento de violines, derramarse de flautas y goteo de arpas, algo muy parecido a aquella famosa pieza de Claude Debussy que lleva por título La siesta del fauno. Los operadores, en efecto, sestean en sus lugares de vacaciones o se aburren en las mesas de los despachos que rodean el...

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El ambiente en la Bolsa barcelonesa cambia en verano. Desaparecen de pronto el tecleo de los ordenadores, el gorjeo de los teléfonos y los gritos -destemplados a veces por los nervios- de compra o venta de valores. Los sustituye una relajación insólita, que en términos sonoros podría traducirse en un lánguido lamento de violines, derramarse de flautas y goteo de arpas, algo muy parecido a aquella famosa pieza de Claude Debussy que lleva por título La siesta del fauno. Los operadores, en efecto, sestean en sus lugares de vacaciones o se aburren en las mesas de los despachos que rodean el corro.Reina un ambiente de calma y sopor apenas atenuado por el aire acondicionado; hasta tal punto que se intuye que ni siquiera una catástrofe de grandes dimensiones sería capaz de despertar al mercado, que dormita. Ayer ocurrió algo largamente esperado por los operadores: la llegada de los datos del IPC de julio -moderadamente esperanzadores por cuanto siguen en la estela de los de 1990-, pero la Bolsa de Barcelona pareció hacer oídos sordos a la noticia. Prosiguió el ínfimo volumen de contratación y se registró una mínima subida en el índice general, en la que destacaron los valores mineros y siderúrgicos.

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