Cristina García Rodero Recompone con su cámara fotográfica el mapa de España

Contempla, con sus asombrados ojos verdes, todo cuanto en los dos últimos años está sucediendo a su alrededor. En ese tiempo ha pasado del casi absoluto anonimato a convertirse en una de las más conocidas y respetadas profesionales de la fotografía. En 1989 se le concedió en Nueva York el Premio Eugene Smith y también, entre otros, el Foto Profesional al mejor fotógrafo del año, en Madrid. El éxito en Alemania le llegó en 1990, con el Premio Erich Salomon, mientras que cinco años atrás se le había otorgado en España el Planeta de fotografía. Ahora, a partir del 1 de agosto, ofrecerá con sus im...

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Contempla, con sus asombrados ojos verdes, todo cuanto en los dos últimos años está sucediendo a su alrededor. En ese tiempo ha pasado del casi absoluto anonimato a convertirse en una de las más conocidas y respetadas profesionales de la fotografía. En 1989 se le concedió en Nueva York el Premio Eugene Smith y también, entre otros, el Foto Profesional al mejor fotógrafo del año, en Madrid. El éxito en Alemania le llegó en 1990, con el Premio Erich Salomon, mientras que cinco años atrás se le había otorgado en España el Planeta de fotografía. Ahora, a partir del 1 de agosto, ofrecerá con sus imágenes, en EL PAÍS, su propio mapa de España en una serie en la que sus fotografías y el relato de 20 escritores describirán el territorio español.Aparte de las exposiciones nacionales, ha colgado sus trabajos en México, Francia, Estados Unidos, Portugal, Alemania, Reino Unido, Suiza e Italia. Y más de una vez ha tenido que escuchar de los colegas extranjeros la misma pregunta: "¿Cuánto has pagado para que te posen?". Para muchos resulta imposible concebir la enorme riqueza visual que aún ofrece lo más profundo de España. Otros, ya en nuestro país, se sienten incapaces de asimilarla.

Cuando se le nombra la palabra triunfo, retrocede totalmente convencida: "No soy una triunfadora", dice, "soy una superviviente de la fotografía documentalista. Los que nos dedicamos a ello hemos visto cómo empieza a valorarse nuestro trabajo. Pero nada más". Quienes sí la conocen, y reconocen, son los párrocos que presiden procesiones; los camioneros que la han recogido en autoestop; los feriantes con los que ha compartido más de una madrugada helada; los danzantes que bailan delante de la Virgen. Y la Guardia Civil de Tráfico. Sobre todo, la Guardia Civil de Tráfico.

Entre las mil anécdotas de la accidentada carrera de Cristina García Rodero hay algunas verdaderamente antológicas, como la de aquel guardia civil de carretera que, después de adelantarla dispuesto a aplicarle la ley, le dice al compañero: "Ah, pero si es ésta. Déjala, que ya la conozco. Y además, iba a ser la segunda multa de hoy". César Justel, su impenitente compañero de correrías festivas, cuenta entre divertido y horrorizado que, en más de una ocasión, y yendo Cristina al volante, ella le ha preguntado: "Ese coche, ¿viene o va?".

Profesional como sólo algunas mujeres entregadas y luchadoras saben serlo, sus imágenes desgarradas y tiernas, rotundas e irónicas, irreales y un punto mágicas, han tomado siempre la fiesta como excusa. Una España oculta que ha dado nombre a su libro, en el que se recoge el esfuerzo de toda una vida. "Ciento veintiséis fotos me han costado 16 años de trabajo", dice García Rodero, para añadir sin el menor asomo de falsa modestia: "A mí, las fotos buenas me salen de higos a brevas".

Trabajando puede, en ocasiones, llegar a ser insufrible; pero en cuanto deja las cámaras y te mira directamente al alma y, con su dulce voz, suelta una de esas preguntas inesperadamente directas e increíblemente ingenuas, al sorprendido interlocutor no le queda más remedio que quererla.

A partir del 1 de agosto, los lectores de este periódico van a tener, durante un mes, la oportunidad de conocerla mejor. Y de conocerse un poco más.

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