La consigna es tranquilidad

El PSOE olvida el retroceso en los sondeos y hace campaña de vencedor

Los dirigentes del PSOE han incluido en su manual de campaña la consigna de la risa y la tranquilidad. Felipe González, Alfonso Guerra y Narcís Serra, sus principales dirigentes, aparecen en los actos públicos bromeando, distendidos y con la actitud de quien domina por completo la situacón. Por su comportamiento no se puede despender que grandes alcaldías y algunas comunidades autónomas las tienen más que en el aire; al contrario, se muestran con la moral clásica vencedor.

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Los dirigentes del PSOE han incluido en su manual de campaña la consigna de la risa y la tranquilidad. Felipe González, Alfonso Guerra y Narcís Serra, sus principales dirigentes, aparecen en los actos públicos bromeando, distendidos y con la actitud de quien domina por completo la situacón. Por su comportamiento no se puede despender que grandes alcaldías y algunas comunidades autónomas las tienen más que en el aire; al contrario, se muestran con la moral clásica vencedor.

Ya no hay en los mítines alusiones al partido de los pobres ni a los descamisados, aunque Sí una llamada constante a la "gente sencilla", que es la que nutre los actos multitudinarios del PSOE, así como muchos avisos al peligro que se cierne sobre España ante la eventualidad de que ganase "la derecha" el próximo domingo. Los socialistas dicen que este proyecto de progreso tiene que continuar toda esta década, y Felipe González dio a entender en Valladolid el pasado día 17 que estaría personalmente al frente del mismo hasta que el siglo dé la vuelta.Los socialistas decidieron que tenían que marcar el ritmo de campaña desde el primer día y en tono muy alto. Por eso fue el propio Felipe González quien relevó a Alfonso Guerra en su función de leñero oficial y fue directamente a por el presidente del Partido Popular, José María Aznar.

No hubo críticas políticas, sino tono despectivo y de mofa para dar a entender que Aznar no tenía talla suficiente como para detenerse en comentar sus alternativas. El ataque al líder popular y los augurios de batallas internas con el PP tras los comicios fueron una manera de defenderse atacando. El PSOE ha tratado de tapar sus peleas diciendo que para divisiones ya están los populares.

Fraternidad y abrazos

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Nunca como ahora en el PSOE se ha hecho tanta profesión de fraternidad y nunca sus dirigentes se han abrazado tanto en los escenarios, y ello sin distingos entre guerristas y no guerristas. Tampoco ha ido a la zaga el vicepresidente del Gobierno, Narcís Serra, quien ha cambiado su mesura habitual por el grito de de derecha no debe equivocarse porque los socialistas están más unidos que nunca".

Una vez más, el PSOE ha demostrado que su máquina electoral funciona a pleno rendimiento. Nadie consigue movilizar a tantas personas como este partido, y en esta ocasión la prueba de fuerza ha suscitado más de un susto.

Los dirigentes de Castilla y León se mostraron inquietos ante el reto que suponía intentar llenar para Felipe González la plaza de toros de Valladolid, algo que nadie antes había intentado en la ciudad, y lo lograron.

Alfonso Guerra controla el desarrollo de la campaña y sigue insistiendo a los suyos que propaguen la especie de que los populares van a pinchar y se arriesga a decir que quiere ver las caras de algunos" la noche electoral.

Entretanto, Guerra sube a los escenarios brioso, aplaudiendo a diestra y siniestra, y provocando la risa cuando dice que él no insulta, Sino que "analiza". El vicesecratario general del PSOE hace todas las concesiones imaginables a la galería, y en tono hurnilde recalca que el PSOE no sería nada sin "el cariño" de quienes llenan sus actos.

En esta campaña Guerra ha introducido una variante: los niños. El número dos del PSOE asegura que tiene en su corazón a los hijos de todos los presentes en sus mítines -porque son lo más puro de la sociedad". A la contra, Felipe González gusta dirigirse más "a los mayores" y les recuerda lo que ellos pasaron para poner en evidencia el cambio experimentado por este país, precisamente, en la última década, y, llevado por la desmesura, asegura que no había ocurrido nada igual "desde los Reyes Católicos".

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