Tribuna:

'Grand prix'

El interior del coche es el lugar idóneo donde imitar a Fraga, cantar la romanza de La del soto del parral si se es barítono o la de Doña Francisquita si se es tenor. Allí también te puedes poner chulo, tonto o nostálgico sin testigos. Señoras y señores, el coche es como una placenta en la que cualquier ciudadano tiene derecho a sentirse protegido, aunque haya cometido el error de instalarse un teléfono. Nada como un coche para cantar desde dentro: "Mi jaca galopa y corta el viento / cuando pasa por el puerto / caminito de Jerez...".No iba la jaca esta vez a Jerez, sino a Sevilla...

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El interior del coche es el lugar idóneo donde imitar a Fraga, cantar la romanza de La del soto del parral si se es barítono o la de Doña Francisquita si se es tenor. Allí también te puedes poner chulo, tonto o nostálgico sin testigos. Señoras y señores, el coche es como una placenta en la que cualquier ciudadano tiene derecho a sentirse protegido, aunque haya cometido el error de instalarse un teléfono. Nada como un coche para cantar desde dentro: "Mi jaca galopa y corta el viento / cuando pasa por el puerto / caminito de Jerez...".No iba la jaca esta vez a Jerez, sino a Sevilla y a 200 por hora, la tía, que hay jacas turbo capaces de alucinar los controles de la Guardia Civil de Tráfico. Mas no hablemos del sexo de los vehículos, sino del de los ángeles, y la historia de las conversaciones secuestradas de Txiki Benegas está llena de ángeles y angelitos del mal y del bien. Hay que admitir que la encerrona telefónica se las trae, y que o bien estamos ante una prodigiosa casualidad o ante una refinadísima conjura. De no ser Alfonso Guerra la víctima final de la carambola, esta jugada lleva el sello discográfico en el pasado atribuido al todopoderoso representante de Dios en el PSOE. Mientras los ángeles del mal grababan, largaba el ángelito Benegas sin saber que iba a traumatizar al angelito Paramio. Porque, a la vista de la reacción del ideólogo mayor del reino, angustiado ante la evidencia de que el mal existe y buscando refugio entre sus camaradas de Murcia, hay que atribuirle el título de angelito del siglo, algo escorado hacia la paranoia que le lleva a dividir el mundo entre hijos de puta y socialistas.

Grand prix. El de los ganadores y el de Felipe González, que queda como Dios, como un dios necesario al frente de un partido de ángeles incontrolados. Y grand prix el que se corrió la jaca para ver correr o torear a Curro Romero. Objetores de conciencia automovilística, uníos.

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