Tribuna:

Hijos

Toda separación matrimonial es traumática, salvo excepciones, pues lo que empieza por un proyecto de reordenación de las vidas respectivas, un propósito de afrontar la separación de forma civilizada, acaba siendo una batalla por la guarda y custodia de los hijos.La batalla puede ser campal, porque saben los cónyuges que quien no tenga la guarda y custodia de los hijos es como si los hubiera perdido. Los jueces acostumbran a establecer que los hijos estén un fin de semana cada 15 días con el padre con quien no conviven, lo cual equivale a que padres e hijos acaben convirtiéndose en unos perfect...

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Toda separación matrimonial es traumática, salvo excepciones, pues lo que empieza por un proyecto de reordenación de las vidas respectivas, un propósito de afrontar la separación de forma civilizada, acaba siendo una batalla por la guarda y custodia de los hijos.La batalla puede ser campal, porque saben los cónyuges que quien no tenga la guarda y custodia de los hijos es como si los hubiera perdido. Los jueces acostumbran a establecer que los hijos estén un fin de semana cada 15 días con el padre con quien no conviven, lo cual equivale a que padres e hijos acaben convirtiéndose en unos perfectos desconocidos.

Seguramente los jueces no han encontrado fórmula mejor que esa para conciliar el derecho del "otro" padre a estar con sus hijos y la estabilidad de éstos, pero si su propósito hubiera sido el contrario habrían acertado plenamente, pues régimen de visitas peor que ése no es capaz de concebirlo la mente humana.

La gente suele venir al mundo con un padre y una madre, recibe de ambos el cariño, la instrucción y el modelo de ser humano que pueden darle, y de su síntesis resulta una personita formada para la vida. Claro que no todo es tan sencillo, y ocurre a veces que los padres se tiran los trastos a la cabeza y acaban separándose. Obviamente contra los hijos no hay nada, lo normal es que quieran seguir educándolos y disfrutando de su companía. Y aunque separados ya no será igual, alguna fórmula debe de haber que se adecue a sus circunstancias personales. Pero he aquí que los jueces tienen la suya, y ésta consiste en que uno de los cónyuges asuma su paternidad, mientras relegan la del otro a la categoría de visita. Y si de esta bonita manera los hijos se que dan sin padre y, como consecuencia, resultan confusos, traumatizados y resentidos, con decir "los hijos de padres separados, ya se sabe", asunto concluido.

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