Cartas al director

La aduana andorrana

Dos veces he vivido este año la experiencia de ver vaciado el autorcar donde viajaba para declárar en la aduana de Andorra.El trámite es el siguiente: "Todos abajo con todo lo que lleven, a la sala número taV, que no tiene servicios ni banco donde sentarse y que se cierra con llave para que nadie escape, en manifiesta presunción de culpabilidad. Es penoso ver a hombres, mujeres, niños y ancianos acarreando a brazo los bultos que en el supermercado transportaron en carritos del autocar al mostrador individualizado y desde allí al autocar, aparcado Dios sabe dónde.

Un solo agente (excepci...

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Dos veces he vivido este año la experiencia de ver vaciado el autorcar donde viajaba para declárar en la aduana de Andorra.El trámite es el siguiente: "Todos abajo con todo lo que lleven, a la sala número taV, que no tiene servicios ni banco donde sentarse y que se cierra con llave para que nadie escape, en manifiesta presunción de culpabilidad. Es penoso ver a hombres, mujeres, niños y ancianos acarreando a brazo los bultos que en el supermercado transportaron en carritos del autocar al mostrador individualizado y desde allí al autocar, aparcado Dios sabe dónde.

Un solo agente (excepcionalmente, dos) cumple su deber mirando los paquetes uno por uno; eso sí, con guantes y exquisita amabilidad. La operación puede durar dos horas, difícilmente recuperables en el viaje de regreso por mucho que se mejoren las autovías. No considero justo que, cuando las salas están llenas, los demás autocares aplaudan su buena suerte, pero, si las cosas deben seguir así, unos pocos carritos y bancos de madera y algún funcionario más aliviarían la situación-

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