Cartas al director

Sobre el pacifismo de Bertrand Russell

Como no poseo las dotes necrománticas de Jaime Pastor, no puedo estar convencido de que Bertrand Russell hubiese apoyado o dejado de apoyar a nadie en la guerra del Golfo. Ni mucho menos le cité para justificar ningún bombardeo ni ninguna ofensiva terrestre o marítima. Lo traje a colación como ejemplo -en efecto, clásico- de una larga y cambiante vida de pacifismo consecuencialista,- es decir, más preocupado por evitar en cada caso las amenazas y males mayores (incluso recurriendo a la fuerza contra la fuerza) que por aplicar con autosatisfecho rigor la pureza de los principios.E...

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Como no poseo las dotes necrománticas de Jaime Pastor, no puedo estar convencido de que Bertrand Russell hubiese apoyado o dejado de apoyar a nadie en la guerra del Golfo. Ni mucho menos le cité para justificar ningún bombardeo ni ninguna ofensiva terrestre o marítima. Lo traje a colación como ejemplo -en efecto, clásico- de una larga y cambiante vida de pacifismo consecuencialista,- es decir, más preocupado por evitar en cada caso las amenazas y males mayores (incluso recurriendo a la fuerza contra la fuerza) que por aplicar con autosatisfecho rigor la pureza de los principios.En mi artículo dije que no fue partidario del desarme unilateral de EE UU frente a Rusia, como lo fue, en cambio, del de Gran Bretaña. Jaime Pastor asegura que ello es "absolutamente falso, como debería saber alguien mínimamente conocedor de la trayectoria personal de B. R.". Bueno, puede que alguien minimamente conocedor de ese autor deba pensar así, pero los que lo conocemos algo más tenernos qu pensar de otro modo.

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Desde un comienzo, Russell apoyó la experimentación norte americana con bomba s de hidrógeno, tras convencerse de que los soviéticos poseían dicha arma: él mismo justifica su postura en el tercer volumen de su Autobiografía.

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En la exposición más completa de su posición sobre la bomba atómica, La guerra nuclear ante el sentido común, dedica el primero de los apéndices (titulado precisamente 'Desarme unilateral') a razonar la actitud política que yo mencionaba en mi artículo. Desde luego, su antagonismo contra la política norteamericana fue creciendo con el tiempo (el que sentía por la Rusia comunista no podía ya ser mayor desde los años veinte), pero no le hizo variar su postura básica respecto al equilibrio nuclear. Consúltese sobre la cuestión, por ejemplo, el capítulo octavo (War and peace in the nuclear age) del reciente estudio de Alan Ryan B. R. A political life (1988).

En cuanto a lo extremado que puedan parecer algunas opiniones del Russell nonagenario entre 1961 y 1967 debe recordarse que es la época durante la cual su inescrupuloso secretario, Ralf Schoemann, manipuló sus comunicados o los hizo en su nombre sin consultarle. Véase sobre este punto Life of B. R., de Ronald W. Clark, y el testimonio de su amigo R. Crawshay-Williams en Russell remembered. También Simone de Beauvoir, en Los adioses, menciona este caso, temiendo que algo parecido pudiera pasarle al Sartre anciano.

Por lo demás, en modo alguno intento darle una Iección de historia" a Jaime Pastor: visto lo poco que le han enseñado los propios acontecimientos, no tengo esperanzas de triunfar allí donde la historia misma ha fracasado-

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