Cartas al director

Más sobre la guerra

Escribo esta carta para agradecer a Rafael Sánchez Ferlosio su artículo publicado en el diario EL PAÍS el 11 de febrero de 1991.Le agradezco que me hiciera pensar. Creo que la mayoría de los ciudadanos estamos ya demasiado acostumbrados a asumir nuestra impotencia como actitud cotidiana. Ocurren a nuestro alrededor dramas y farsas en los que inevitablemente hemos de jugar siempre el papel de comparsas mudas.

Podemos mirar la televisión, podemos oír la radio, podemos mover las manos, abrirlas y cerrarlas para coger y soltar dinero o un voto. Nuestro mundo infinito de posibilidades no...

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Escribo esta carta para agradecer a Rafael Sánchez Ferlosio su artículo publicado en el diario EL PAÍS el 11 de febrero de 1991.Le agradezco que me hiciera pensar. Creo que la mayoría de los ciudadanos estamos ya demasiado acostumbrados a asumir nuestra impotencia como actitud cotidiana. Ocurren a nuestro alrededor dramas y farsas en los que inevitablemente hemos de jugar siempre el papel de comparsas mudas.

Podemos mirar la televisión, podemos oír la radio, podemos mover las manos, abrirlas y cerrarlas para coger y soltar dinero o un voto. Nuestro mundo infinito de posibilidades no llega nunca a trascender a ninguna parte, hasta el punto de que, cuando intentamos pensar, como la inmensa mayoría de los discursos que nos cuentan carecen de sentido, no comprendemos, y decidimos no volver a pensar para no volver a sentir la inútil frustración de la incomprensión.

Sin embargo, gracias al esfuerzo literario de un hombre culto y honesto como Rafael Sánchez Ferlosio, yo, ayer, comprendí. Comprendí en toda su negra magnitud que mientras existan empresas que se dediquen a la fabricación de armamento, armas creadas concienzudamente para matar, siempre habrá guerras. Comprendí que mientras recurramos a la ética de la responsabilidad para los conflictos leves, y a la ética de las convicciones, sean cuales sean estas convicciones, para adoptar soluciones que impliquen muertes de seres, siempre habrá asesinatos.

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Comprender que todo esto es parte sustancial del mundo en que vivimos es muy amargo. La amargura es frustrante también, como la incomprensión, pero no es inútil. Nos abre una posibilidad verdadera: el rechazo. Existe la opción de rechazar. Porque el proceso que nos lleva a comprender y sentir se produce en una parte de nuestros cerebros que se llama conciencia.-

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