Tribuna:

El sobrino de Wittgenstein

"Tú sabes que, según una vieja máxima, el tipo de interés, igual que el amor, la religión y tantas otras cosas bonitas, debe ser libre", decía por carta Jeremy Bentharn, un conocido utilitarista de principios del siglo pasado que hoy adquiere vigencia más allá de cualquier exótica inclinación. Siempre, claro está, que la libertad del mercado se exprese en la voluntad de quienes lo controlan.Así ha sido en los dos últimos días. La libertad de elegir nos ha hecho sabios; y si las cosas siguen en esta línea en las diversas alternativas que ofrece el noble y arriesgado deporte de la inversión, más...

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"Tú sabes que, según una vieja máxima, el tipo de interés, igual que el amor, la religión y tantas otras cosas bonitas, debe ser libre", decía por carta Jeremy Bentharn, un conocido utilitarista de principios del siglo pasado que hoy adquiere vigencia más allá de cualquier exótica inclinación. Siempre, claro está, que la libertad del mercado se exprese en la voluntad de quienes lo controlan.Así ha sido en los dos últimos días. La libertad de elegir nos ha hecho sabios; y si las cosas siguen en esta línea en las diversas alternativas que ofrece el noble y arriesgado deporte de la inversión, más de uno celebrará no haber abandonado en los peores momentos las posiciones en renta variable. Así es la Bolsa en tiempos de cólera internacional. Genera repentinas fortunas y da vida a un caldo en el que se mueven personajes de insólito carisma -nada que ver con los nuevos ricos-, como aquel peculiar sobrino de Wittgenstein retratado por Thomas Bernhard en la Viena de anteayer, exhibiendo sus elegantes franelas entre la Ópera y el salón de contratación de valores. No hay barandilla ni cazadores bajistas. Es el momento de aquellos que antes de vender desempolvarán las cenefas de unos títulos arrumbados en el desván.

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