Los crímenes de las decapitadas

Dos mujeres fueron asesinadas en 1987 de forma similar con un intervalo de tres meses

Dos mujeres fueron asesinadas y posteriormente decapitadas, sin que la policía haya podido aclarar tan espeluznantes crímenes tres años después de haberse producido. Una de ellas, cuyo cadáver semicarbonizado fue hallado cerca de la calle de Alcalá, ni siquiera ha sido identificada todavía. Jamás se hallaron las cabezas de las víctimas, que les fueron seccionadas por sus respectivos homicidas con objeto de dificultar las investigaciones. La prostitución y la droga están quizá en la sórdida trastienda de estos horribles crímenes.

Aquel caluroso 19 de agosto de 1987, los termómetros había...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

Dos mujeres fueron asesinadas y posteriormente decapitadas, sin que la policía haya podido aclarar tan espeluznantes crímenes tres años después de haberse producido. Una de ellas, cuyo cadáver semicarbonizado fue hallado cerca de la calle de Alcalá, ni siquiera ha sido identificada todavía. Jamás se hallaron las cabezas de las víctimas, que les fueron seccionadas por sus respectivos homicidas con objeto de dificultar las investigaciones. La prostitución y la droga están quizá en la sórdida trastienda de estos horribles crímenes.

Aquel caluroso 19 de agosto de 1987, los termómetros habían llegado a marcar 35º. Los vigilantes jurados del polígono industrial de San Fernando de Henares, a pocos kilómetros de la capital madrileña, advirtieron un olor nauseabundo procedente de la calle de Picos de Europa. Aquella peste emanaba de un bulto caído junto a las vías del ferrocarril y, al removerlo, comprobaron que se trataba de un cadáver humano en avanzado estado de descomposición.Fuerzas de la 112ª Comandancia de la Guardia Civil confirmaron que el cuerpo sin vida, correspondiente a una mujer que aparentaba unos 30 años, estaba envuelto parcialmente en una bolsa de plástico de unos grandes almacenes y en una manta de cuadros. Pero lo más tétrico fue que a la desconocida le faltaba la cabeza, que le había sido seccionada mediante un limpio hachazo.

La decapitada vestía un pantalón muy ajustado de punto rojo y unas medias de malla, lo que, unido a que no llevaba ropa interior y otra serie de detalles, hizo barajar la hipótesis de que se trataba de una chica de una barra americana o de alguno de los múltiples locales de alterne existentes en Alcalá de Henares y su comarca.

Una pulsera de cuero

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

El asesino había enrollado un trapo en la mano derecha de la víctima y después lo había prendido fuego con la aviesa intención de quemarla los dedos, cosa que logró a la perfección. De esta forma, la única pista inicial para tratar de conocer su personalidad era una pulsera de cuero, con incrustaciones metálicas, que tenía anudada en uno de sus tobillos.

Días después del macabro hallazgo, la mujer fue identificada a través de las huellas necrodactilares de su mano izquierda. Se trataba de María Paula de la Ascensión Amelia Martínez Rodríguez, de 30 años, viuda, madre de tres hijos, domiciliada en el populoso barrio de Vallecas.

Meses después, las investigaciones realizadas conjuntamente por la Guardia Civil y la Brigada de Policía Judicial de Madrid centraron las sospechas en un pariente de la difunta, relacionado con el mundo de la prostitución, que trabajaba como chófer al servicio de un matrimonio domiciliado en un chalé cercano a la calle de Arturo Soria.

Los agentes creyeron tener acorralado al sospechoso cuando vieron que entre las herramientas de la mansión faltaba un hacha y que en el jardín había cenizas y restos de una fogata. ¿Habría sido allí donde el criminal secciono y posteriormente quemó la cabeza de María Paula? "Además, el presunto homicida tenía un suéter tejido con unos hilos de lana similares a los de la manta artesanal en la que había sido envuelto el cadáver de María Paula", rememoran los investigadores.

Ante los indicios reunidos en su contra, el sospechoso fue arrestado y puesto a disposición del Juzgado de Instrucción número 3 de Alcalá de Henares. "Pero en los análisis de las cenizas no se hallaron restos humanos, y el juez decidió dejar en libertad al detenido", afirma el veterano inspector que dirigió las pesquisas. Desde entonces, éstas no han avanzado ni un milímetro.

Un cadáver carbonizado

El 11 de noviembre de 1987, apenas tres meses después del hallazgo de la decapitada de San Fernando, se produjo un caso prácticamente calcado: la policía descubrió a otra mujer a la que también le había sido arrancada la cabeza. Estaba dentro de una vieja furgoneta DKW que ardía por los cuatro costados en un descampado situado entre las calles de Alcalá

Hermanos García Noblejas, en el mismo lugar donde las pasadas navidades se produjo una explosión de cohetes pirotécnicos que mató a dos niñas.

La segunda decapitada había fallecido a causa de cuatro cuchilladas. Tenía las manos carbonizadas y no pudo ser identificada. El forense opinó en un primer momento que se trataba de una adolescente, ya que su corazón sólo pesaba 190 gramos. Pero una posterior autopsia dictaminó que la víctima era una cuarentona.

El Grupo de Homicidios de la Brigada Judicial buscó una pista estudiando las denuncias por desaparición de mujeres con edades comprendidas entre los 12 y los 40 años. "Fue inútil", dice un agente, "porque había un montón y era imposible seguir el rastro de todas".

Archivado En