Cartas al director

Pedagogía de la guerra

Cuando en Nueva York quedaban escasísimas horas para que la ONU sentenciase definitivamente al que interrumpe sus bellos sueños, en Madrid, en un colegio mayor, algunos tuvimos la oportunidad de declarar ante un pequeño pero suficiente auditorio nuestra fe ciega en el diálogo y la repulsa total ante la guerra.La sociedad internacional, a través de la ONU -como nos enteramos un poco más tarde y nos temíamos- había vuelto a caer en las redes de la violencia, cuando ésta es, formalmente, el enemigo número uno de la esencia de ese dichoso organismo unidísimo.

¿Pero es que no se dan c...

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Cuando en Nueva York quedaban escasísimas horas para que la ONU sentenciase definitivamente al que interrumpe sus bellos sueños, en Madrid, en un colegio mayor, algunos tuvimos la oportunidad de declarar ante un pequeño pero suficiente auditorio nuestra fe ciega en el diálogo y la repulsa total ante la guerra.La sociedad internacional, a través de la ONU -como nos enteramos un poco más tarde y nos temíamos- había vuelto a caer en las redes de la violencia, cuando ésta es, formalmente, el enemigo número uno de la esencia de ese dichoso organismo unidísimo.

¿Pero es que no se dan cuenta en Nueva York que la decisión adoptada encierra un problema de fondo gravísimo que se encuentra más allá de los intereses económicos que nos destrozan a unos y a otros? ¡Que se está desarrollando una pedagogía de la guerra cuandó lo que necesitamos es precisamente lo contrario!

Ando buscando ansiosa un maestro que, desde Nueva York, Londres, Bagdad, Madrid, París o el aula de mi facultad, extienda la educación de lo que ha de ser una nueva era basada en el diálogo y en la paz; un verdadero profesor que sea capaz de sembrar la semilla de una contracultura que derrote a la cultura de la guerra. ¡Que es necesario reducir la bestia que hay en el hombre, y que la única manera de hacerlo es educando y enseñando desde la mesa del consenso!.

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