Tribuna:

Dragones

Vaya una semanita que hemos pasado. Se ha abierto la caja de los viejos dragones y de ella, desde las profundidades de lo oscuro, han empezado a emerger criaturas escamosas y azufradas, los poderes de siempre, los antiguos, para gran susto de las gentes sencillas.La cosa empezó esta vez con la ofensiva de la Iglesia, que es un dragón con alzacuellos, un bicho aún imponente, pese a su edad provecta y a tener el pellejo negro como la brea. Llega dicho dragón y escupe fuego; y de su aliento ardiente salen unos cuantos obispos, todos ellos hondamente preocupados por el nivel moral de la ciudadanía...

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Vaya una semanita que hemos pasado. Se ha abierto la caja de los viejos dragones y de ella, desde las profundidades de lo oscuro, han empezado a emerger criaturas escamosas y azufradas, los poderes de siempre, los antiguos, para gran susto de las gentes sencillas.La cosa empezó esta vez con la ofensiva de la Iglesia, que es un dragón con alzacuellos, un bicho aún imponente, pese a su edad provecta y a tener el pellejo negro como la brea. Llega dicho dragón y escupe fuego; y de su aliento ardiente salen unos cuantos obispos, todos ellos hondamente preocupados por el nivel moral de la ciudadanía. Nada más natural: no hay más que repasar la historia de la Iglesia en España, desde la fritura de herejes al apoyo sistemático a las dictaduras y los regímenes tiránicos, para darse uno cuenta de que lo ético y lo moral siempre les preocupó muchísimo.

Pero hay otro dragón, teñido de oro, que también se asomó la semana pasada a la televisión con el rostro de Cuevas, el presidente de la CEOE. Decía Cuevas que lo del dinero negro era por culpa del sistema fiscal, jajajá, y se reía el hombre al explicarlo, "ya saben, muchos empresarios, para sobrevivir, no tienen más remedio que defraudar, jejejé", cómo se carcajeaba el señor Cuevas, qué complicidad buscaba en el interlocutor, qué dragón tan riente. Los bancos poseen cuentas más negras que la conciencia de un asesino y los ricachones del país se hacen aún más ricos mintiendo cual bellacos y robándonos a todos miles de millones de pesetas, pero jijijí, qué risa tan grande, señor Cuevas, qué picaruelos tan simpáticos. Viéndoles así, uno tras otro, al hilarante Cuevas y al tronadoÍ Suquía, da la impresión de que nada ha cambiado y que seguimos crujidos por los mismos poderes que hace siglos. Por viejos dragones que además son amigos entre sí: ahí no hay sentido moral que se encabrite.

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