Tribuna:

Autocrítica

Estaba yo tan ricamente predispuesta a hundirme en el hastío a que conduce el abuso del placer por el placer mismo, dejando mi sexualidad sin regular y abandonada a sus propios Impulsos instintivos, creando por lo tanto situaciones de caos -por no decir de tráfico- y hallándome en un tris de que se quebrara el equilibrio de mi persona. O sea, me aprestaba a adquirir una desafiante docena de condones con sabor a mango, cuando de repente caí en la cuenta de lo vano y sin sentido de mi vida, de cómo he perdido el tiempo de forma repugnante, tratando de negar a la Sissí emperatriz que llevo dentro...

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Estaba yo tan ricamente predispuesta a hundirme en el hastío a que conduce el abuso del placer por el placer mismo, dejando mi sexualidad sin regular y abandonada a sus propios Impulsos instintivos, creando por lo tanto situaciones de caos -por no decir de tráfico- y hallándome en un tris de que se quebrara el equilibrio de mi persona. O sea, me aprestaba a adquirir una desafiante docena de condones con sabor a mango, cuando de repente caí en la cuenta de lo vano y sin sentido de mi vida, de cómo he perdido el tiempo de forma repugnante, tratando de negar a la Sissí emperatriz que llevo dentro. Menos mal que la entronización de Akihito me ha devuelto a la realidad, y ahora vuelvo a pisar firme y a ser una mujer de mi época, comprometida con lo que. a mi derredor -observen que escribo como un poeta de corte- acontece.Me fascinó la ceremonia, así como el hecho de constatar que los emperadores ascienden al trono del crisantemo en vez de subir, que es lo que haríamos usted o yo. Y hacen bien, porque hay en el acto de subir como una cosa propia, de humano empecinamiento, que no casa con sublime predestinación de quienes reinan sobre nosotros por decisión divina. Pero a lo que iba: ahora que ya estamos todos juntos y vuelve a vivir la madre superiora,. tengo que confesar que uno de los grandes pecados de mi dogmática juventud consistió en rechazar que la pobre Anastasia -personificada en el cine por Ingrid Bergman arrojándose al Sena y salvándose por los calvos, porque Yul Brynner pasaba por allí- fuese la hija menor del zar Nicolás II. Quiero reconocerlo en público, hacer la modesta aportación de mi autocrítica, antes de que los acontecimientos se me adelanten, vuelva Wladimiro al trono de Todas las Rusías, y yo me vea con el culo al aire y encima con los obispos en contra.

Rectificar es de sabios. De sabios acorralados, mayormente.

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