Tribuna:

El corazón de las tinieblas

Parece demostrado que el inversor, como el hombre en términos genéricos, no ha nacido para la felicidad y se la gana en pocas ocasiones a través del sufrimiento. Invertir en renta variable se ha convertido en una pesadilla, en un viaje a veces sin retorno al corazón de las tinieblas. La Bolsa, escenario episódico de comedias y tragedias encadenadas por curvas de crecimiento o regresión, parece llamada a convertirse de momento en uno de los rincones oscuros de la tierra. La sesión de ayer puso de manifiesto la futilidad de las esperanzas: aunque descienda la presión alcista sobre el precio del ...

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Parece demostrado que el inversor, como el hombre en términos genéricos, no ha nacido para la felicidad y se la gana en pocas ocasiones a través del sufrimiento. Invertir en renta variable se ha convertido en una pesadilla, en un viaje a veces sin retorno al corazón de las tinieblas. La Bolsa, escenario episódico de comedias y tragedias encadenadas por curvas de crecimiento o regresión, parece llamada a convertirse de momento en uno de los rincones oscuros de la tierra. La sesión de ayer puso de manifiesto la futilidad de las esperanzas: aunque descienda la presión alcista sobre el precio del crudo, los mercados de acciones y obligaciones apenas reaccionan. La jornada vivió además el nerviosismo del mercado monetario con las instituciones buscando liquidez en el interbancario. En determinados casos, extremos, con depreciaciones del 50% tras dos meses y medio de tensión, algunas sociedades sufren la doble desgracia de ver cómo han caído espectacularmente sus acciones y al mismo tiempo no consiguen colocar entre el público emisiones de bonos diseñadas para capitalizarse. En estas situaciones, con los precios de mercado muy por debajo de las condiciones de convertibilidad, es difícil dirigir una tesorería o diseñar estrategias financieras.

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