Tribuna:

'El idiota'

Cuando la venta a corto de los pequeños accionistas creció fuertemente, hace una semana y media, el mercado estaba en el fondo. Después de la recuperación, esta venta es ahora menor, mientras crece la compra a corto con el convencimiento de que el mercado ha entrado en una fase más firme. Así es como los pequeños inversores asumen el papel de grandes idiotas: venden acciones al contado cuando están ridículamente baratas y las compran con alegría cuando empiezan a encarecerse. Cuentan las crónicas que así se comportó Winston Churchill cuando, fascinado por el mundo de Wall Street, decidió poner...

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Cuando la venta a corto de los pequeños accionistas creció fuertemente, hace una semana y media, el mercado estaba en el fondo. Después de la recuperación, esta venta es ahora menor, mientras crece la compra a corto con el convencimiento de que el mercado ha entrado en una fase más firme. Así es como los pequeños inversores asumen el papel de grandes idiotas: venden acciones al contado cuando están ridículamente baratas y las compran con alegría cuando empiezan a encarecerse. Cuentan las crónicas que así se comportó Winston Churchill cuando, fascinado por el mundo de Wall Street, decidió poner en juego sus ahorros. Tuvo un fuerte traspié inicial y cuando intentó recuperar invirtiendo con crédito en valores más especulativos, acabó perdiéndolo todo. En pocos días era pobre; había decidido abandonar la política y vender sus propiedades. Corrían los primeros años treinta y, por suerte para el futuro de la humanidad, su amigos bolsistas, previendo la catástrofe, le habían cubierto con posiciones contrarias en cada operación. La lección de Churchill es la de los pequeños inversores, un grupo numeroso que en las bolsas modernas no supera, sin embargo, el 1% del dinero colocado y cuya conducta sirve de termómetro.

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