Entrevista:

"Es imprescindible educar para la solidaridad"

Ricardo Díez Hochleitner, designado presidente del Club de Roma para suceder, a partir de enero próximo, a Alexander King, expondrá esta semana en Santander, donde se reúne su comité ejecutivo, las principales líneas de su mandato. El nuevo presidente se propone intensificar la dirección colegiada de esta influyente institución, caracterizada, por sus análisis prospectivos sobre los grandes problemas de la humanidad.

Hijo de español y alemana, Ricardo Diez Hochleeitner, de 62 años, sintetiza en su personalidad la frialdad de la autodisciplina germana y la calidez del humanismo mediterrá...

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Ricardo Díez Hochleitner, designado presidente del Club de Roma para suceder, a partir de enero próximo, a Alexander King, expondrá esta semana en Santander, donde se reúne su comité ejecutivo, las principales líneas de su mandato. El nuevo presidente se propone intensificar la dirección colegiada de esta influyente institución, caracterizada, por sus análisis prospectivos sobre los grandes problemas de la humanidad.

Hijo de español y alemana, Ricardo Diez Hochleeitner, de 62 años, sintetiza en su personalidad la frialdad de la autodisciplina germana y la calidez del humanismo mediterráneo, su pasión por la ciencia y la tecnología y su empeño en la necesidad de defender al ser humano del pavoroso desamparo en que lo sitúa su propio desarrollo tecnológico.Sus colaboradores suelen decir que no entienden cómo puede compaginar su extraordinaria capacidad de trabajo con esa permanente disponibilidad al diálogo y a la amistad, ni las lógicas contrariedades que le habrá proporcionado su dilatada experiencia en cargos importantes en organismos nacionales e internacionales (los ministerios de Educación de España y Colombia, la Unesco, el Banco Mundial...) con su inagotable entusiasmo.

Su nombramiento se produjo hace escasos meses, cuando apenas había comenzado a derrumbarse el muro de Berlín y se abría paso lo que hasta casi ayer mismo parecía un radiante e insólito horizonte de esperanzas para la humanidad. Ahora, nuevamente las sombras de la incertidumbre han vuelto a oscurecer el horizonte. Otra vez, tal y como diagnosticaran tantas veces, a lo largo de los 22 años de existencia del Club, sus predecesores en el cargo, Aurelio Peccei y Alexander King, "la humanidad parece empeñada en ignorar las lecciones de la historia".La distensiónPero el nuevo presidente del Club de Róma -otro español que se suma a la ya notable nómina de personalidades -que encabezan importantes instituciones y organismos internacionales de todo tipo- no tiene el menor deseo de auparse al carro del "ya lo decíamos nosotros".

"Es cierto", afirma, "que en febrero pasado, en Moscú, con ocasión de una de nuestras periódicas reuniones, señalábamos que si con la distensión en el enfretamiento Este-Oeste que ha marcado gran parte de este siglo parecía cerrarse un capítulo de la historia (no era, en todo caso, el 'fin de la historia', como han trivializado algunos, precisa), Podía comenzar a abrirse otro, tal vez de tintes mucho más dramáticos, el del enfrentamiento Norte-Sur. Sólo si fuéramos esos pesimitas que algunos han dicho, cabría cierto absurdo regodeo en el 'ya lo habíamos pronosticado'; pero sucede que el humanismo que inspira los ideales del Club de Roma es incompatible con ese pesimismo".Díez Hochleitner piensa que es mucho más lo que se puede hacer que lo que se puede criticar". "Nuestro trabajo va a seguir consistiendo en la reflexión -sobre los grandes problemas mundiales y las respuestas posibles, diagnosticar una realidad, cada vez más compleja y difícil, que sigue diciéndonos que el hombre, capaz de todo lo peor, algo que desgraciadamente ya ha demostrado hasta la saciedad, también lo es de todo lo mejor".

"Hoy más que nunca", sigue diciendo, "resulta imprescindible educar para que la solidaridad deje de ser una mera declaración de principios, tanto en el orden nacional como internacional"."Por esa razón", concluye, "los trabajos del Club de Roma van seguir marcados por la convicción de que el enriquecimiento material y cultural de una parte del mundo no puede sustentarse sobre la pobreza y la ignorancia de la otra; que el desarrollo tecnológico puede destruir la naturaleza, pero también encontrar el remedio para evitarlo; que ya no sirven las soluciones para la inmediatez y el corto plazo, aunque tengan una rentabilidad política, y que, por eso mismo, los sistemas educativos, por difícil que ello resulte, tienen que dejar de reproducir el pasado, y hasta el presente, para anticiparse de verdad al futuro".

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