Tribuna:

Carne picada

Cualquier ideología es hoy una carne picada para perro que en botes de diversas marcas se vende en el supermercado. Sus anaqueles se hallan colmados también con otros alimentos y arrastrando el carro de la compra por los pasillos van unos jóvenes descalzos después de haber bailado hasta la salida del sol. Parecen de metal. Si les metes el dedo por alguno de los ocho agujeros de su cuerpo, tal vez sentirás al instante la dureza de la chapa que por dentro les sustenta. Sus vientres lisos están pegados igualmente a una plancha de acero. Por todo el ámbito del supermercado suena el Adagio d...

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Cualquier ideología es hoy una carne picada para perro que en botes de diversas marcas se vende en el supermercado. Sus anaqueles se hallan colmados también con otros alimentos y arrastrando el carro de la compra por los pasillos van unos jóvenes descalzos después de haber bailado hasta la salida del sol. Parecen de metal. Si les metes el dedo por alguno de los ocho agujeros de su cuerpo, tal vez sentirás al instante la dureza de la chapa que por dentro les sustenta. Sus vientres lisos están pegados igualmente a una plancha de acero. Por todo el ámbito del supermercado suena el Adagio de Albinon, cuyos violines imprimen un gran silencio a los víveres, a los detergentes, a los licores, y bajo esa música recogida los jóvenes avanzan riendo mientras alargan la mano hacia distintas latas exóticas que conservan todos los sueños. Alguien busca comida para el perro Lulú de su novia sin saber que este bote de carne picada es el último reducto de la ideología. Lejos del supermercado navegan ahora los acorazados por el golfo Pérsico y esas máquinas de la muerte están allí porque el Lulú de esta chica metálica necesita darse algunos caprichos. Alrededor de los palacios de mármol que refulgen en el desierto las cabras siguen comiendo papiros Juntó a muchas legiones de desheredados, los cuales esperan después de mil años a un ángel vengador sentados sobre un higo chumbo. Pronto comenzará a arder de nuevo la arena de Arabia. Tal vez de noche se verán caer las estrellas y el fuego del cielo se unirá al de la tierra y aun así nadie osará hablar de injusticia. El terror y la codicia sacarán las tripas a todos los ordenadores de Wall Street y de ellos brotará la sangre. Podrán morir dos millones de árabes y uno de cristianos debido a causas técnicas, no por ideología, pero es necesario que eso ocurra para que estos jóvenes de metal se abran paso entre el esplendor de las mercancías por los pasillos del supermercado riendo en busca de la carne picada para el perro después de haber bailado hasta la madrugada.

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