Cartas al director

Cine 'interruptus'

"Al momento se entregó a la derrota, ufano, con un sentimiento de triunfo". Aunque estas palabras de Naguib Malifuz, acerca de uno de los personajes de La epopeya de los miserables, se utilizan en esta obra con otro sentido, bien merece que los amantes del cinematógrafo se las ofrezcamos a los cineastas italianos que han luchado por que las películas no sean tronchadas ni adobadas con productos que les son espurios en sus pases por televisión. Han perdido, y es otra batalla más que pierde el cine. No se podía esperar otra cosa en circunstancias como las actuales en las que no es sólo qu...

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"Al momento se entregó a la derrota, ufano, con un sentimiento de triunfo". Aunque estas palabras de Naguib Malifuz, acerca de uno de los personajes de La epopeya de los miserables, se utilizan en esta obra con otro sentido, bien merece que los amantes del cinematógrafo se las ofrezcamos a los cineastas italianos que han luchado por que las películas no sean tronchadas ni adobadas con productos que les son espurios en sus pases por televisión. Han perdido, y es otra batalla más que pierde el cine. No se podía esperar otra cosa en circunstancias como las actuales en las que no es sólo que el dinero sea poder, sino que, como el tiempo es dinero, y el cine es juego con el tiempo, o se hace dinero o se juega, y no están los tiempos para juegos. El dinero tiene prisa, y la velocidad está incluida en la fórmula para su multiplicación. Pero lo más triste es que ni siquiera una batalla como ésta, tan modesta, de conseguir que una obra no sea estropeada, haya tenido el menor eco entre los cineastas y cinéfilos de otros lugares. Tal vez estén ocupados en la fundación de academias del gremio, o viendo la televisión. ¡Qué esperar de un hipotético intento de defender que el cine sea visto fundamentalmente en los cines, de argumentar que el pase por el televisor, aun sin interrupciones, es ya una degradación del espectáculo cinematográfico!No puede estar de moda el ser intempestivo. Antes al contrario, puestos a buscar testimonios, apenas los únicos que se encuentran (hay excepciones) son de los del tipo que un venerable, y soberbio, actor y director cinematográfico emitía, hace no mucho, desde las páginas de El País Semanal; en ellas reivindicaba no sólo el derecho de las televisiones a interrumpir los filmes, sino también el del propio espectador, si cuenta con ese adelanto (seguimos con la velocidad) que es el vídeo, a hacerlo cuantas veces su sacrosanta voluntad personal le ordene. Pero el caso es que la voluntad personal durante la contemplación de un filme pinta tan poco, estorba tanto, como durante la jodienda. Ya tengo noticia de que hay a quien le gusta charlar de cualquier cosa mientras jode; pues bien, eso es como ver el cine por televisión. En ninguno de los dos casos es lo mismo una cosa que otra. Alguno de ustedes lo habrá comprobado.

El cinematógrafo era, y puede ser, una experiencia pública y sensitiva, golfa e íntima. Lástima que el progreso (el progreso del dinero, claro) necesite arrebatárnosla. Y lástima de tantas bocas con miedo a que les entren moscas.- Xavier Bermúdez.

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