Cartas al director

De un señorito escocés en el tiempo nuevo

A propósito del artículo sobre Adam Smith publicado en EL PAÍS el 17.7.90 en la sección de Economía me gustaría expresar mi humilde opinión.El señor Paul A. Samuelson hace una apología fanática con tintes teológicos de A. Smith en contraposición al gran derrotado de lo que él llama duelo wagneriano, que es K. Marx. En su interpretación casi delirante llega incluso a compara a A. Smith con Aristóteles, y a sus secuaces Walras y Keynes, con Newton y Einstein repectivamente.

Pues bien, sepa usted señor Samuelson, que aunque el comunismo estuviera ya lapidado para siempre, el señor A. Smith...

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A propósito del artículo sobre Adam Smith publicado en EL PAÍS el 17.7.90 en la sección de Economía me gustaría expresar mi humilde opinión.El señor Paul A. Samuelson hace una apología fanática con tintes teológicos de A. Smith en contraposición al gran derrotado de lo que él llama duelo wagneriano, que es K. Marx. En su interpretación casi delirante llega incluso a compara a A. Smith con Aristóteles, y a sus secuaces Walras y Keynes, con Newton y Einstein repectivamente.

Pues bien, sepa usted señor Samuelson, que aunque el comunismo estuviera ya lapidado para siempre, el señor A. Smith nunca le llegaría a la suela de los zapatos a K. Marx, y por una simple razón: porque Marx renunció a los privilegios de su propia clase social y consagró toda su vida a la lucha contra la explotación. Su obra, por muchos errores que tenga, es producto del amor, la solidaridad y la vida.

Adam Smith, en cambio, fue un señorito escocés que no tuvo ningún escrúpulo en condenar a la mayor parte de la humanidad a la explotación y a la miseria en aras del progreso. Su obra, por muy bien que ustedes la adornen con la ideología de la democracia y la libertad, huele a odio, insolidaridad y muerte.-

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