La doble muerte de Georghi Dunca

De cómo un opositor perdió la vida en Bucarest

Georghi Dunca murió ayer por la mañana en el hospital de emergencia de Bucarest. Tenía 39 años. Había sido trasladado a un hospital especial del Ministerio del Interior. Allí estuvo dos días y, pese a su gravedad, los médicos no creyeron, aparentemente, que su vida corriera peligro. El jueves a mediodía fue ingresado en el hospital de la calle de Esteban el Grande. Allí vieron que, además de un disparo que le había causado una intensa hemorragia interna, ya le había surgido una gangrena en la herida. Fue operado horas después mientras los médicos se preguntaban a qué venía este craso error de ...

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Georghi Dunca murió ayer por la mañana en el hospital de emergencia de Bucarest. Tenía 39 años. Había sido trasladado a un hospital especial del Ministerio del Interior. Allí estuvo dos días y, pese a su gravedad, los médicos no creyeron, aparentemente, que su vida corriera peligro. El jueves a mediodía fue ingresado en el hospital de la calle de Esteban el Grande. Allí vieron que, además de un disparo que le había causado una intensa hemorragia interna, ya le había surgido una gangrena en la herida. Fue operado horas después mientras los médicos se preguntaban a qué venía este craso error de sus colegas en el otro hospital.

El líder estudiantil Marian Munteanu está vivo de milagro, tras recibir durante más de media hora golpes por todas las partes del cuerpo. Pese a ello, pudo recibir a algunos periodistas. La televisión, la radio oficial y algunos diarios le han calificado de enemigo público número uno de la revolución que, el pasado mes de diciembre, derrocó al dictador Nicolae Ceaucescu. Es presentado como un envenenador de la juventud.Munteanu dijo ayer al enviado especial de EL PAÍS, desde su cama, sacado brevemente de la Unidad de Vigilancia Intensiva, que se ha acabado por un tiempo la esperanza de democracia en Rumania. Tiene traumatismo craneal, torácico y abdominal y una pierna rota. Los hematomas le cubren el cuerpo y demuestran que la "vehemencia" de los mineros de que habló ayer el primer ministro, Petre Roman, era algo más que eso.

Peligra la democracia

Los periodistas Petre Mihai Bacanu y Octavian Paler, que en la televisión rumana bajo control del Roman o de aquellos que tengan bajo su control a Roman, son calificados ya de agitadores antirumanos, se han ido del país. Muchos piensan en estos días en seguir sus pasos. "Se acabó el sueño de la democracia, este país está perdido", dice Radu, un rumano ya decidido a poner tierra por medio por temor a lo que pueda sucederle.

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La señora Teodorescu piensa lo mismo. "Con esta gente en la calle enarbolando nuestra bandera y actuando como auténticos animales por órdenes del Gobierno, lo siento mucho, pero ya no soy rumana. Todo lo que puedo recomendar a nuestra juventud inteligente es emigrar". Se referia, por supuesto, a la actuación de las brigadas de mineros que sembraron el terror por las calles de Bucarest.

Pero Gheorgi Dunca ha muerto. Es uno de esos óbitos extraños que en historia y literatura balcánica tanto se han dado. Fuentes próximas a Dunca afirman que su muerte se debió a una negligencia del hospital del Ministerio del Interior, donde fue tratado previamente, y que fue trasladado a un hospital civil cuando su fallecimiento era irreversible. Su muerte indujo a sospechas y hay quien afirma que antes de morir cumplió una misión en este país sumido en la conspiración y la mentira como armas supremas de la política.

Opositor y rebelde

Dunca murió como gran opositor y rebelde, porque testigos de los hechos a los que tuvo acceso EL PAÍS vieron como él era uno de los que prendían fuego al Ministerio del Interior. Dunca estaba en las filas de aquellos a los que Iliescu llama fascistas y el primer ministro Roman tacha de traficantes, especuladores y prostitutas. Luchando, dicen, para desestabilizar un supuesto proceso de transición democrática que se creen más los políticos occidentales que los que vienen de vez en cuando a este país flagelado por el odio, la mentira y la intriga.

En medios políticos contrarios a Iliescu se piensa que Dunca no fue llevado por casualidad al hospital del Ministerio del Interior, y que incluso pudiera ser que tampoco muriera por casualidad. Según los testimonios de manifestantes opositores es incluso verosímil que no fuera un error lo que evitó que lo operaran cuando podía haber salvado la vida. Tampoco es impensable, indican, que fuera transportado desahuciado al hospital de emergencia. Otras fuentes agregan que los médicos pudieron comprobar que el gamberro que asaltaba, ya bastante adulto, los cuarteles del ministerio, era empleado del mismo.

Puede ser, si esa filiación fuera cierta, que Dunca atacara a su propio patrón, o que se volviera loco ante tanta miseria y decidiera prender fuego a su puesto de trabajo. Incluso también que estuviera haciendo méritos para conseguir un trabajo mejor.

En el vértigo de los acontecimientos de Bucarest y en la pasión que provocó la brutalidad, murió un miembro del aparato que sobrevivió a Nicolae Ceausescu, un testigo de una trama siniestra, o simplemente una persona arrebatada por la injustici,a y la protesta contra la violenta represión oficial.

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