Tribuna:

Manantial

Ahora que el mundo se acaba, todas las fuentes del Mediterráneo han comenzado a manar. Después de unos aguaceros muy tenaces, en este litoral han brotado manantiales que estaban cegados desde la Edad Media. Muchos eran desconocidos; unos llevaban nombres de vírgenes remotas; en otros habían abrevado los anacoretas o los caballos de Mahoma, y en todos ellos antijuamente danzaron las ninfas. Estas han regresado ahora vestidas de amianto. El agua se inició en septiembre como una maldición, sin ninguna rogativa. Los hechiceros de nuestra Iglesia son todos de secano, y sólo saben conjuros para trae...

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Ahora que el mundo se acaba, todas las fuentes del Mediterráneo han comenzado a manar. Después de unos aguaceros muy tenaces, en este litoral han brotado manantiales que estaban cegados desde la Edad Media. Muchos eran desconocidos; unos llevaban nombres de vírgenes remotas; en otros habían abrevado los anacoretas o los caballos de Mahoma, y en todos ellos antijuamente danzaron las ninfas. Estas han regresado ahora vestidas de amianto. El agua se inició en septiembre como una maldición, sin ninguna rogativa. Los hechiceros de nuestra Iglesia son todos de secano, y sólo saben conjuros para traer la lluvia, no para detenerla. Por eso los labradores de esta tierra tuvieron que blasfemar mucho tratando de que acabara de una vez, pero las blasfemias más acreditadas tampoco servían de nada, puesto que las borrascas habían equivocado el camino. Las caravanas celestes que acarrean el agua boreal habían penetrado en la jurisdicción de Zeus, dios del esparto. Los aguaceros comenzaron en septiembre, y primero se llevaron por deslumbrados barrancos los alacranes al mar, luego los conejos de monte se hicieron anfibios y, al final del otoño, muchos ciudadanos ya tenían cara de congrio, y mientras al cielo subían las imprecaciones, el cielo respondía con más agua, y ésta iba llenando las vísceras más íntimas de la naturaleza, las más paganas. En el litoral mediterráneo han nacido de nuevo fuentes cegadas que en un tiempo fueron griegas o latinas. También han aparecido ignorados manantiales cristianos o mahometanos en lugares inverosímiles: entre los panteones de los cementerios, en los sótanos de algunos prostíbulos, al pie de los altares. Cada corriente ha buscado su cauce antiguo como a una madre, y ésta pasaba por debajo de la Historia y de los armarios. Pero esta lluvia también ha inaugurado fuentes nuevas ahora que el mundo se acaba. Serán estos los manantiales del milenio, aguas sulfurosas donde ningún profeta volverá a bautizar a nadie. Dentro de ellas sólo volverán a bailar ahora ninfas de amianto.

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