Tribuna:

Ligas

Un cardenal italiano ha dicho hace poco que la mujer de hoy "no sabe ser virgen ni madre". Que son dos de los tres rutilantes papeles que la historia nos ha reservado tradicionalmente a la mujer. El tercero es el de zorrón desorejado, dedicación ésta en la que seguro que también pensó nuestro príncipe de la Iglesia, aunque no la mentase. Porque, para que brillen y destaquen las abnegadas madres y las dulces doncellas, es menester que existan -por mor de la comparación- las suripantas. Quizá lo que le fastidia al cardenal sea ese empeño que muestran las chicas últimamente en salirse de los...

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Un cardenal italiano ha dicho hace poco que la mujer de hoy "no sabe ser virgen ni madre". Que son dos de los tres rutilantes papeles que la historia nos ha reservado tradicionalmente a la mujer. El tercero es el de zorrón desorejado, dedicación ésta en la que seguro que también pensó nuestro príncipe de la Iglesia, aunque no la mentase. Porque, para que brillen y destaquen las abnegadas madres y las dulces doncellas, es menester que existan -por mor de la comparación- las suripantas. Quizá lo que le fastidia al cardenal sea ese empeño que muestran las chicas últimamente en salirse de los papeles obligados. Que quieran ser, no ya vírgenes, madres o frescales, sino guardias de la porra o electricistas, pongo por caso. Lo cual que además puede haber guardias de la porra vírgenes o electricistas de costumbres alegres, y, claro, la infinita variedad de posibilidades combinatorias les debe de armar un lío enorme a los machistas, que sue len ser señores (y señoras) con cuatro ideas pequeñitas y fijas. Pequeñita, fija y algo mema es, por ejemplo, la idea de ese concurso llamado La liga del millón que emite TVE los domingos por la noche dentro de Estudio estadio. Es simple: media docena de minifalderas beldades ocultan en el encaje de sus ligas unos papelitos con unas sumas de dinero que van de las 50.000 pesetas al millón; entonces el concursante escoge a una chica y se lleva la pasta. No tengo palabras para describirles el fino espectáculo de las beldades hurgándose en las ligas con frenesí parejo ni la abracadabrante verborrea del presentador. Seguramente quisieron hacer un programa pícaro y gracioso, pero les ha salido una especie de muestrario mercantil de señoritas, un saldo de muchachas convenientemente etiquetadas y con su precio. A estas alturas de la vida, acabando la década y casi el milenio, todavía hay algunos que sólo ven en las mujeres la virginidad, la maternidad o la liga negra . Qué pelmazos.

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